Capítulo 64.

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Maratón 2/3.

Washington D

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Washington D. C.

 "Todo lobo solo encuentra su cobarde ferocidad en la manada."~Carlos Dómine

Mi mamá siempre decía que el tiempo era un caprichoso al que le guastaba jugar de mil formas distintas y desacomodar los planetas que de alguna manera habían logrado alinearse a nuestro favor.

Nunca había sido una gran fanática de los clichés en donde la vida se resuelve mágicamente cuando logran comenzar una relación, pero extrañamente deseaba con toda mi alma que con Arniel y Conall fuese así.

Me moví en la cama, sintiendo los fuertes brazos de mis dos hombres apresándome contra sus cuerpos, en realidad estaba completamente segura de que dormir sola sería toda una misión, mi cuerpo se estaba acostumbrando a sentir el calor que ambos me brindaban y mi corazón se sentía completo, haciéndome saber que eso era lo que siempre me había faltado, mi corazón unido a esos dos hombres.

—Buenos días, muñequita—murmuró Conall, acariciando los cabellos rebeldes sobre mi rostro —. Luces hermosa esta mañana—susurró.

—Ella luce hermosa todas las mañanas, Conall—murmuró Arniel, dejando un tierno beso sobre mi hombro desnudo—. Buenos días, nena...

Arniel me dio un beso en los labios, haciéndome perder el poco aliento que tenía al ser tan temprano. Cuando creí que podría respirar, Conall suplió a Arniel, robándome la respiración de manera posesiva.

—Preciosa—murmuró acariciando mi mejilla.

Fue cuando note sus cuerpos, no se encontraban desnudos como yo, sino que ambos tenían el uniforme que debíamos usar para partir a la misión programada. Los miré enarcando una ceja, tratando de encontrar mi reloj en la oscura habitación.

—¿Qué hora es? — pregunté.

—las tres con veinte—murmuró Arniel—, pero el general nos llamó, por eso estamos vestidos—aseguró, besando mi mejilla.

—¿A ustedes?

—Si, mi amor, debemos ayudar con la carga del avión... tú puedes dormir un poco más, el plan es partir a las cinco—aseguró Arniel.

—Debes descansar, será un día muy largo, amor—murmuró Conall, besando mi cabello—. Nosotros nos adelantaremos, ¿Sí?

—Llámenme por cualquier cosa—susurré.

Sin decirles nada más, enterré mi cabeza en las almohadas, buscando dormir un poco más, sabía que sería un día complicado. Escuché sus roncas risas antes de que cubriesen mi cuerpo con las colchas y salieran de mi camarote, dejándome en soledad.

No pude dormir más de treinta minutos, aunque estaba cansada no podía delegar mis responsabilidades a alguien más. Me levanté de la cama con pereza, sintiendo mis músculos destensarse después de una placentera noche con mis hombres.

Sólo tú. Mi dulce tentación. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora