Capítulo 87.

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Maratón final 1/3

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Maratón final 1/3.

"Existe un gentil pensamiento que a veces me hace sentir vivo, porque es un pensamiento de ti" ~ Dante Alighieri.

Descenso al infierno.

La vida a veces nos muestra que no todo es bueno, que un rayito de esperanza puede ayudarnos a encontrar lo que buscamos y que por más que luchemos contra corriente, lograremos encontrar lo que anhelamos. La vida quizás a veces ama jugar a pasarse de lista, a querer dominar de una u otra forma lo que ocurre a nuestro alrededor, pero cuando tienes el incentivo correcto no importa si mil villanos estan detrás de ti, encuentras la manera de huir a la muerte.

Cuando era niño, perdí uno de mis carritos favoritos, lloré durante dos horas pues creía que de un momento a otro lo encontraría, sin embargo, no lo hizo y ahí supe por tercera vez en la vida, que a veces lo que más amamos desaparece de la nada y se pierde en un infinito de posibilidades.

Seis años.

Arniel y yo jugábamos en el parque, como todas las tardes después de la academia, a pesar de estar como sargentos Jr. podíamos seguir viviendo con nuestras familias al ser tan pequeños, normalmente cuando comenzabas a ascender en la tabla de posiciones dentro de la FEMR tenías por lo menos 10 años, pero en nuestro caso habíamos escalado antes por nuestro gran desempeño durante la última prueba.

—¿Viste mi carrito azul? ¿El que me compró tu abuelita la semana pasada?

—¿El que es igual a este? —preguntó señalando su carrito con una gran letra A.

—Si, pero que tiene una C—murmuré.

—No, no lo he visto—murmuró—. ¿No se cayó en la arena?

—No sé—murmuré.

Mis ojos se inundaron de lágrimas, aunque claro que cada semana teníamos carritos nuevos y por lo tanto favoritos, en ese momento sentía que el mundo se me partía, comencé a llorar y mi amigo, como siempre trató de calmar mi llanto, no supe nunca como lo hizo, pero de repente me dio la mitad de su carrito.

—Así los dos podemos jugar—murmuró.

Sin embargo, cuando tratamos de hacer que corrieran, no funciono y nos convertimos en dos niños llorones, estábamos vueltos locos, habíamos perdido mi carrito y habíamos roto el de Arniel, ambos lloramos con fuerza mientras tratábamos de pensar en algo coherente.

—¿Qué paso? —preguntó mi tío llegando a nuestro lado.

—P...Perdí mi carrito.

—Y... y...yo lo rompí para darle la mitad—murmuró Arniel.

Mi tío soltó una fuerte carcajada cuando le contamos lo sucedido, nos miró como si ambos estuviésemos haciendo un berrinche sin fundamento o como si fuera lo más ridículo de la tierra y lo era, ¿Quién lloraba por perder un carrito?

Sólo tú. Mi dulce tentación. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora