Capítulo 7

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El apartamento de Jake no estaba muy lejos del de Sabrina y Derek. Aparcó en el garaje y fuimos por un ascensor hacia su casa. El ascensor, los pasillos, las puertas, todo destilaba elegancia e imponía. Estaba nerviosa. Obviamente ya nos habíamos acostado, así que no era por eso, sino por el hecho de que me dejara entrar en su hogar. Era algo íntimo, personal,... y me daba mucho miedo.

—Aquí estamos. —Dijo cuando abrió la puerta.

Entró y encendió la luz. En aquel momento se escuchó una patas correr hacia nosotros. Efectivamente, un bulldog apareció alegremente a nuestro encuentro. Era blanco con manchas marrones. Y una de estas le adornaba el ojo izquierdo. Era una ricura.

Se acercó a olerme después de que Jake le saludara.

—No muerde.

—Hola, pequeño.

Me agaché para tocarle la cabecita y me lamió la mano.

— ¿Cómo se llama?

—Finn.

— ¿Finn? —Pregunté y es que me parecía un nombre demasiado humano para un perro.

Jake se encogió de hombros.

—Hola, Finn.

El perrito se puso a dos patas con la intención de lamerme la cara. No podía evitar la risa y es que me estaba haciendo cosquillas.

—Finn, ya está, para.

Automáticamente el perro paró y se quedó quieto mirándonos.

—Creo que te voy a sustituir por esta cosita. —Le dije a Jake mientras volvía a acariciar a Finn la cabeza.

—Vaya, ahora sé que si te quedas conmigo es por el perro.

—Efectivamente, no puedes compararte con esta ricura.

Finn me daba lametazos y yo seguía en cuclillas encantada. Jake nos observaba hasta que se cansó y comenzó a moverse por el apartamento.

—Este es el salón. —Dijo señalando la puerta de la derecha.

Las paredes eran grises, y tenía una televisión enorme al igual que el sofá. También constaba de una mesa con sus respectivas sillas. Pude ver que había una terraza bastante amplia con una mesa, sillas, unos sillones. Pensé en la posibilidad de desayunar allí al día siguiente.

Seguí a Jake quien se dirigía ahora a la cocina, que se encontraba pegada al salón. Es más tenía una especie de ventana, por lo que estaban comunicadas.

—Esta es la cocina.

También era muy amplia y de color gris claro y blanco.

Seguimos andando y me enseñó un aseo para invitados, dos dormitorios de invitados y entramos en su cuarto.

Era enorme, tenía una cama de matrimonio, otra televisión, un vestidor, un sofá y comunicaba con la misma terraza que daba al salón.

—Es muy bonito.

—Me alegro de que te guste después de lo que costó decorarlo.

Lo miré un poco confundida.

—Caroline fue la que me obligó a contratar a una "diseñadora de interiores".

—Vaya, no sabía que la tuvieras en tanta estima.

—Y no la tengo. —Dijo mientras entraba en el vestidor—. Solo acepté porque no dejaba de insistir y puede ser muy pesada.

—Por cierto, podías haberme avisado de que tu familia vendría al partido.

Salió cambiado con un pantalón ancho de deporte y sin camiseta. Tragué. Obviamente en el cine no le había visto sin camiseta. Bueno, no le había visto de ninguna forma. Era como la primera vez.

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