Capítulo 69

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Desde el incidente con "Irina", mi rutina ha cambiado un poco aunque no demasiado. En las horas en la que se encargaba ella, me quedo en el salón con los mellizos. Ellos se colocan en el parque con los juguetes, en las hamacas o en algunos juegos que les ayudan a estimularlos, a mejorar la motricidad y demás. Es verdad que voy algo más lenta de lo que me gustaría, pero al tenerlos conmigo puedo estar el tiempo que desee, no necesariamente las cuatro horas que disponía en un principio.

Es un poco duro que Jake no esté tanto como me gustaría, entre algún que otro viaje a causa de partidos o eventos, y los entrenamientos... Pero es un sacrificio que estoy dispuesta a hacer. Era algo que ya sabíamos que iba a pasar en el momento en el que ampliáramos la familia. Seguramente, cuando crezcan un poco más, comencemos a acompañarlo. No siempre, pero cuando sea una competición en algún país donde tenga que pasar bastante más tiempo que los viajes que hace ahora, es muy probable que nos vayamos todos para allá.

Noto un mordisco donde no debería y entre abro los ojos. Alguien me mira divertido.

—Definitivamente tus hijos han salido a ti.

Suelta una carcajada y sigue a lo suyo.

No sé en qué momento me subió la parte de arriba del pijama y me empezó a chupar los pechos. Es curioso que mi cuerpo se ha hecho tan a él que reacciona así sin más. Y si soy honesta, ni siquiera me molesta.

—Tengo que despedirme.

—Solo estarás fuera unos días.

—Cinco.

—No son tantos.

Me mira mal.

—Son muchos.

Me río y me tapo los ojos con el brazo.

—Seguro que para cuando llegue los mellizos están irreconocibles.

Me río.

—Quizás incluso no te reconocen.

Abre los ojos asustado y suelta mi pezón, igual que hacen los bebés cuando se han cansado de mamar.

— ¿Tú crees? —Se pasa la mano por el pelo—. Se van a olvidar de mí. Ya no me querrán... Pensarán que Finn es su padre.

Me quito el brazo de la cara y enarco una ceja.

— ¿Finn?

—No hay más figuras masculinas ahora mismo por los que puedan sustituirme. —Se encoge de hombros.

Me río porque no puedo con sus ocurrencias. Es demasiado... no tengo palabras para describirlo.

Miro el reloj y el monitor, siguen dormidos.

—Si quieres... —me mira curioso—, creo que nos quedan unos diez minutos.

—Si quiero ¿el qué?

— ¡Oh! Lo sabes muy bien.

—No, no lo sé.

Hago que miro la hora de nuevo.

—Si quieres perder el tiempo así...

Me gira la cara con las manos y presiona sus labios sobre los míos. Uno pensaría que en el momento en el que tenéis hijos, todo cambia. Es cierto que la relación cambia, que hay que aprovechar los pocos ratos que tenemos a solas... pero los hace más especiales. Y es cierto que se transforma, que no es igual que antes, pero es imposible que sea como aquello. Porque se multiplica. Lo que era no es ni una cuarta parte de lo que es ahora.

Abro mis piernas dejando que se sitúe entre ellas, notando como su erección se va formando.

Deja mi boca para descender por mi cuello, al final me quita la parte de arriba, que era lo que quería haber hecho desde el principio y vuelve a la carga con mis tetas. Me muerdo el labio inferior porque no quiero despertar a los mellizos, bastante es que estemos a contrarreloj.

Entre nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora