Capítulo 20

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Hacía calor. Parecía el típico día en el que como salieras al sol te achicharrabas y hoy, Jake había decidido que iríamos a montarnos a un barco o yate o lo que fuera. No sé la diferencia entre una cosa y otra. Estaríamos rodeados del mar que refleja el sol, por lo cual, más probabilidades de quemarme.

Me coloqué un bikini de color rojo, que destacaba algo de mi moreno casi inexistente. El día que yo lograra tener algún color en mi piel que no fuera blanco, creo que se acabaría el mundo.

Me coloqué encima un vestido suelto y en la bolsa llevaba ropa interior y otro vestido, por si me mojaba el que llevaba puesto o cualquier otra cosa. Guardé crema solar porque no quería coger cáncer de piel, las gafas de sol y le pedí a mi hermana una gorra. Pero me dio otra cosa.

—Tú quieres que Jake se ría de mi.

—No tengo otra cosa.

— ¿Cómo puedes tener una pamela y no una gorra de toda la vida?

—Me la regaló la madre de Andy.

— Andy, ¿no le podéis regalar a mi hermana regalos normales?

El marido de m hermana entró en el cuarto con Eric en brazos, riéndose ante mi reacción.

— ¿Lo siento?

—Dios, es que entre las gafas de sol, el bikini, el barco y ahora la pamela...

—Parece que te has metido en el papel. —Completa mi hermana.

—Bueno, pues nada. Habrá que hacer el ridículo,

Bajé para esperar a Jake que me había dicho que estaba llegando. No podía ni siquiera guardar la pamela en el bolso porque era demasiado grande. Y obviamente no me la iba a poner por la calle para llamar la atención. Así que la llevaba en la mano.

Cuando aparcó, abrí la puerta y me senté.

— ¿Qué es eso?

—Hola a ti también.

—Hola, ¿qué es eso?

—Una pamela.

—Una pamela. —Repitió mientras se reía.

—No te rías, Lara no tenía gorras normales.

— ¿Y tiene una pamela?

—Yo también me hice la misma pregunta pero me ha dicho que fue un regalo de los padres de Andy.

— ¿Y te lo creíste?

—Para nada. Seguro que tiene una gorra escondida pero prefirió fastidiarme.

Jake no dejaba de reírse ante la situación, y eso que ni siquiera me la había visto puesta. Si es que ni siquiera yo me había puesto en el espejo con ella para ver cómo me quedaba. Pero vamos, no hacía falta ser adivina para saber que no me quedaría bien. ¿No podía tener una hermana con gustos normales?

Llegamos al mismo puerto que hacía cinco años, con la diferencia de que no había muchos barcos, seguramente la gente había salido a navegar. Y el barco en el que nos íbamos a quedar no era demasiado grande. Era lo más lógico, éramos solo dos.

Dejé el bolso en una de las butacas y me coloqué en la de al lado, me quité el vestido y comencé a echarme la crema por el cuerpo.

—Échame en la espalda, por favor.

Jake se colocó detrás de mí y comenzó a echármela. Pero mientras lo hacía jugaba con mis tirantes.

—Eso no. —Le dije mientras apartaba su mano.

Entre nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora