CAPITULO 65

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Greta permaneció detrás de Johann, hasta que vio de nuevo a Walter, el alfa había conseguido lo que le había pedido Gian, así que ninguno de los dos iba a ser regañado por el omega, a Greta no le gustaba verlo enfadado, arrugaba demasiado sus cejas cuando se enfadaba y no le quedaba bien.

-Hiciste un buen trabajo, Greta – le sonrió y acarició – Conseguiste que el gruñón de mi hermano te hiciera caso – la pequeña se sentía orgullosa por el halago – Eso merece una recompensa.

Walter saco un pequeño ramo que había hecho para ella, la pequeña sonrió cuando lo vio y luego lo abrazo, el alfa pidió a los hombres que estaban junto a Johann que se dirigían al granero para ayudar a Ancel y Wagner. Johann también fue con ellos, tenía la sensación de que el capitán no se encontraba bien, su omega le pedía que fuera a ayudarle.

-Tenemos que llevarle esto a Gian o si no se enfadará mucho, preciosa...- se burló – No querrá hacer las magdalenas si no le llevamos los huevos – asintió - ¿Recuerdas lo que te enseñe? ¿Qué tenías que hacer para que no se enfade?

Greta le dio un beso en la mejilla y luego se alejó, no entendía porque Walter le había enseñado a hacer eso, pero le gustaba verlo sonreír, casi tanto como a Johann. El segundo Hoffman le dio la mano a la pequeña y se dirigió hasta la cocina. Los hombres que encontraron eran sin duda parte del equipo de Gian, Walter tenía un mal sabor de boca, quería saber si el omega se encontraba bien.

-Has tardado mucho, Walter – se quejó cuando lo escucho entrar – No me da tiempo a hacer las magdalenas hoy – Greta hizo un puchero – Eran para la cena, no estarías jugando de nuevo ¿verdad?

-No, mi amor...- le pidió a la pequeña que fuera a ayudar a Cindy – Ha habido un pequeño problema, por eso hemos tardado.

-Es solo una nueva excusa, para estar distraído ¿verdad? – el alfa se rio – Pon la cesta sobre la mesa, por favor.

Walter beso la mejilla de Gian al pasar por su lado, el omega le gruño, sabía que pronto comenzaría a abrazarlo de nuevo, así que puso un cuchillo en su delantal, quería mantenerlo alejado al menos por unas horas, para trabajar tranquilo. A Walter le dio igual el truco de su omega, lo abrazo igual.

-¿Has visto que te falten algunos hombres en la cocina? – el omega asintió – Podrías decirme sus nombres, por favor.

-¿Ocurre algo con ellos? – Walter miro hacia atrás, para comprobar que Greta estuviera lo suficientemente lejos para no escucharlo – Tenían que venir a primera hora, pero no lo han hecho.

-Gian, he encontrado los cuerpos de esos hombres en el granero cuando iba con Greta, ella no vio nada, así que no tienes por qué preocuparte – volvió a besar su mejilla, el omega puso la mano sobre su vientre a modo de protección – Mi hermana está a punto de llegar, quiero que vayas con ella para darle los nombres, Cindy se ocupara de la cocina.

Gian asintió y volvió a su trabajo, en el puré de hoy iba a añadir zanahorias, para que dejaran de quejarse de que siempre era el mismo sabor, el omega piso el pie de Walter para que lo dejará caminar.

-Mi amor ¿viste algo extraño en ellos? – negó con la cabeza - ¿Cuántos hombres son en la cocina?

-Sin contar a los fallecidos, somos diecisiete en la cocina y dos sirviendo, en la entrada por las mañanas está Cindy, pero mañana cambia conmigo, así que me tendré que despertar temprano para venir – el alfa negó con la cabeza – Estoy bien, me aburro mucho en la habitación.

-El embarazo de un omega masculino es delicado ¿Qué pasaría si te hicieras daño? – lo abrazo con fuerza – No puedo permitirlo, dile a Cindy que no puedes cambiarle el turno o dáselo a otro.

Amor en la guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora