CAPITULO 1

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La primavera inicio tarde ese año, los recién llegados a Ylesa tuvieron que esperar a que los caminos estuvieran secos para poder empezar a entrenarse en la base central de la capital. Un pequeño grupo de seis reclutas acababan de llegar a su destino. Apenas se conocían, preferirían no hablar.

El chico que estaba sentado al lado de Johann, no paraba de temblar, era unos años mayor que él, pero no lo parecía, le preocupaba que le estuviera pasando algo malo, no le dijo nada para no molestar.

El camión se detuvo para recoger a un soldado, lo pudieron intuir por la indumentaria que llevaba, llevaría más tiempo que ellos en aquel lugar, podían ver una gran cicatriz que le cubría casi todo el rostro, ese hombre no les dijo nada, simplemente se sentó en el asiento que estaba vacío.

Mantuvieron la cabeza gacha hasta llegar a la base, aquel camino seguía teniendo algunos desperfectos, de vez en cuando el conductor tenía que detenerse para bajar y empujarlo, el hombre de la cicatriz lo ayudo en varias ocasiones, no quería que ninguno de ellos bajará de allí, así que tuvieron que esperar.

-¡Esto es demasiado aburrido! – bramo Adam, alguno de los chicos levanto la cabeza para verlo – Podrían habernos dicho que siguiéramos caminando, no creo que Ylesa esté muy lejos, llevamos horas aquí sentados, llevo tiempo sin sentir mi trasero.

-Adam...- lo llamó Johann, era al único que conocía, habían estado juntos durante unos meses antes de ir allí – No puedes gritar, recuerda las normas.

-Me da igual ¡Me duele el trasero! Johann – escucho la risita del chico castaño que estaba sentado delante de él – A ti también te pasa ¿verdad? Estos asientos son incomodos y ha caído en varios huecos, sería más fácil ir caminado – el castaño se empezó a reír más fuerte – Unamos fuerzas, para quejarnos, nuestros pobres traseros se van a quedar más planos de lo que están.

-Yo lo tengo dormido – hablo por fin, haciendo que Adam se sintiera feliz – Pensaba que era el único que al que le estaba pasando.

-Pondremos una queja a nuestro capitán cuando lleguemos – se levantó, para que le escucharan mejor – Unos asientos cómodos para nuestros traseros, somos los próximos héroes del país, deberían darnos lo mejor y...

Adam enmudeció cuando entre aquel hombre, el beta se volvió a agachar la cabeza y sentarse como si no hubiera pasado nada, el castaño se cubrió la boca para que no le escuchara reírse. Adam se volvió completamente rojo cuando lo miro a la cara, Johann pensó que se lo merecía por ser tan escandaloso.

-Señor Peters ¿hay algún problema? – se quedó en silencio – Responda, Peters, le he hecho una pregunta.

-No señor...- el hombre de la cicatriz se sentó de nuevo, el camión se puso en marcha de nuevo – Lo siento, señor, no era mi intención incomodar a nadie.

Siguió el resto del camino en silencio, jugueteando con sus manos y mirando de reojo a aquel hombre, Adam se sentía realmente avergonzado, era la primera vez que lo regañaban en ese lugar, pensó que era un bocazas, miro a Johann para que le diera ánimos, pero su compañero lo ignoro.

No sabían si era de noche, la luz no entraba en aquel lugar, el camión se movía con ellos dentro. Johann quería tranquilizar a su compañero, pero no les estaba permitido hablar, puso su mano sobre la suya, para decirle que todo estaba bien, pero termino asustándolo. Ese chico parecía tener lágrimas en los ojos cuando lo miro, después volvió a su posición inicial.

-Yo también tengo miedo...- le susurro, para que no le escucharan los demás – No estás solo en esto – el chico le sonrió con timidez – Soy Johann Simons, encanto de conocerte.

-Jaziel Cohem – tuvo que esforzarse para escucharlo – Lo mismo digo.

Jaziel permitió que Johann le diera la mano, se sentía un poco más seguro así, incluso se dio el lujo de respirar con normalidad, dejó de temblar durante unos minutos, hasta que el camión de detuvo de nuevo. Está vez, el único que bajo fue el hombre de la cicatriz, el conductor siguió su camino cuando se despidió de él.

Amor en la guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora