CAPITULO 61

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Gian estuvo esquivando a Walter durante varios días, después de la discusión, apenas hablaba con él y tampoco se reía cuando este se ponía a bailar. Walter tuvo otra discusión con Nils, sobre él, Gian pudo escucharlo todo, aunque hubiesen salido de casa, el doctor le dijo que podía llevárselo con él al hospital, si estaba demasiado ocupado, pero el alfa se negó.

Walter curaba sus arañazos una vez al día, después de que se duchará, pero no le decía nada, mantenía la mirada baja mientras pasaba el ungüento por su piel.

-¿Por qué no quieres que me vaya? – se atrevió a preguntar, cuando Walter fue a la cocina – Dices que estás cansado de mí, pero no quieres que me vaya, podría estar con el doctor ahora y podrías trabajar.

-Si quieres, ahí tienes las puerta...- le señalo la puerta sin mirarlo – Ya estás curado, así que puedes irte, te dije que no te iba a obligar a nada, Gian.

Walter durmió de nuevo en el sofá aquella noche, Gian le dijo que podía dormir él, ya que la cama era suya, pero el alfa no le contesto. Apenas podía dormir por la noche, las pesadillas habían vuelto, más fuertes que antes y lo despertaban a mitad de la noche, sudaba y buscaba a Walter con desesperación, pero el alfa seguía dormido en el sofá. Gian no sé volvía a dormir hasta que amanecía, algo que no le importaba a su compañero.

-¿Dónde vas? ¿Puedo acompañarte? – Walter se estaba poniendo la chaqueta para salir a la calle – Puedo estar sin hablar, te lo aseguro, Walter ¿podemos ir juntos? Necesito estirar las piernas, las siento un poco entumecidas.

-Puedes ir donde quieras, llama a Nils si te da miedo salir, su número está al lado del teléfono...- Gian no le dijo nada – Tengo trabajo que hacer y tú no puedes venir – asintió – La comida está en la nevera, debes ponerla en el microondas unos minutos para calentarla, estaré para la cena, así que no debes preocuparte.

Gian limpiaba la casa para alegrar a Walter cuándo llegará, pero el alfa no le decía nada, solo se iba directamente a la cocina y preparaba la cena. Cenaban en la misma mesa sin mirarse, el omega se dio cuenta de una cosa de Walter, lo miraba cuando él estaba distraído, a Gian le alegro descubrir eso.

-¿Cómo vas con tu trabajo? Walter – sonrió – Vienes muy cansado a casa, te duermes después de cenar y no podemos hablar.

-¿Qué quieres? Puedo dejar dinero en la mesita, para que vayas a comprar dulces – Gian negó con la cabeza – No te importa en lo que estoy trabajando, Gian.

-¿Sabes algo sobre ese señor? – Walter levanto la cabeza del plato – Lo último que me contaste es que lo llevaron a una cárcel cerca de Oitburgh.

-No pregunte por él, si quieres saber algo llama a Nils, puede hablar con la enfermería del lugar – Gian se sentía triste en ese momento – Estoy muy ocupado para ir preguntando todo el tiempo por él.

Gian se había dado cuenta de que Walter olía a otros omegas, el alfa intentaba camuflar sus feromonas con perfume y sus propias feromonas, pero no lo conseguía apenas. Gian contó que habría estado con tres o cuatro omegas en una semana, nunca olía a la misma persona.

-A tus sobrinos le gustaron los regalos – asintió sin más – A tu sobrino le causo miedo el osito pirata – se burló – El parche le daba un aspecto terrorífico, no es así, Walter.

-Podrías callarte, Gian, me duele la cabeza – el omega acato su orden y se levantó de la silla – Está noche tengo que salir de nuevo.

Lo espero durante horas en la cama, se fue justo después de cenar sin decirle nada. Gian le preparo el sofá por si venía demasiado cansado, sabía que tampoco dormiría con él aquella noche, pero quería que estuviera cómodo. Gian estuvo despierto durante unas horas, hasta que el sueño lo gano, se quedó sentado en el sillón cercano al sofá.

Amor en la guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora