CAPITULO 58

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Walter cubrió las mejillas de Gian con sus manos, cuando salieron del hotel donde se hospedaban, esa mañana hacía demasiado frio para salir a pasear pero el omega no había parado de pedirle que lo llevase a una panadería que habían visto la noche anterior. Walter se negó en varias ocasiones, no quería que se resfriara, pero Gian lo amenazo en salir él solo si no lo acompañaba.

-En Drasalla no quería salir apenas de casa y ahora, no quieres estar ni en nuestra habitación - se quejó, sin quitar sus manos de sus mejillas - No te cuidare si te enfermas, tenlo por seguro, pequeño omega.

Gian tenía una mirada infantil en su rostro, era como si hubiese descubierto un mundo nuevo al llegar a aquel lugar, en Drasalla, aunque hubiera días de frio invernal, nunca nevaba, pero en Anstrol, al estar cerca de montañas, se había convertido en un manto completamente blanco. Gian se agacho para tocar la nieve con su mano, mirando de reojo a Walter, el alfa estaría dispuesto a decirle que iba a resfriarse si se quitaba los guantes durante mucho tiempo.

-El hombre de la entrada, dice que la panadería está a dos calles, Walter - le recordó - Hay panes que no he probado, dice que tiene uno con trufas ¿lo has probado? - negó con la cabeza - Tenemos que comprarlo.

-Pequeño omega, hoy te despertaste demasiado animado - sonrió con ternura - Tendría que haberte traído antes.

-No hubiéramos podido ir a la panadería o a la cabaña, Walter, apenas podía moverme hace unos meses, hubieras tenido que cargarme a todas partes - el alfa no hubiera tenido queja si eso llegase a pasar de verdad - Además, no hubiéramos podido ver la nieve.

Gian sostenía la mano de Walter para no separarse de su lado, el alfa había empezado a andar a la misma velocidad que él, deteniéndose a cada pocos pasos para que su compañero pudiese observar las tiendas que había en el lugar. Tardarían más de lo previsto en llegar donde quería.

-¿Qué es esto? - señalo un osito de peluche sentado cerca de un árbol - ¿Lo has visto? Walter, su trasero se va a congelar si se queda mucho tiempo ahí, la nieve está muy fría.

-¿Lo quieres? - Gian vacilo al contestarle - Puede pedir que me lo den ¿quieres que te lo regale?, pequeño omega - asintió con timidez - ¿Entras conmigo? Puede que haya alguno que te guste más.

Gian recordaba como su madre le hacia los juguetes con retales de las telas que sobraban de la tienda, tenía una pequeña colección de ositos muy diversos en su antigua habitación, su padre los tiro a la basura en una discusión con su mujer, sus ositos desaparecieron de la noche a la mañana, Gian tuvo miedo a reclamarlos, al ver el ojos morado de su madre.

-Queremos el osito del escaparate, por favor - Gian sonreía mirando a todos lados - ¿Hay alguno que también te guste? - no le contesto - Puedes pedir otro, si quieres.

-Tan solo quiero el osito del árbol, temo que se le enfríe el trasero - bromeo - Gracias, Walter.

Pudieron vestir al osito, el dependiente saco algunas prendas de ropa que le podían quedar bien, eran un regalo por comprar en la tienda, Gian eligió unos pantalones y una pequeña bufanda, a Walter le gustaba verlo feliz, por alguna extraña razón.

-Podéis volver cuando querías, pareja - sonrió, enseñando el hueco del diente que no tenía.

-Disculpe, pero no somos pareja...- Gian estaba distraído, así que no estaba haciendo caso a la conversación - Él es un conocido, un amigo, pero no mi pareja.

-Os veis muy bien juntos, parece que ese chico te adora...- Walter noto como sus mejillas comenzaron a arder - Muy pocas puedo ver esa mirada, de amor puro.

-Gracias por el osito, señor...

Walter empujo a Gian hasta la salida, el omega se preocupó al notar el cambio de su compañero, podía notar sus feromonas, algo extraño en el alfa, estaba bastante agitado. Abrazo al osito con fuerza, tenía miedo de que se lo quite ahora que lo había conseguido, así que le lanzo una mirada de advertencia.

Amor en la guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora