CAPITULO 74

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Walter ya había recibido varias patadas de parte de Gian aquella mañana, el omega no paraba de moverse en la cama para encontrar una posición cómoda para dormir, finalmente se había apoderado de toda ella, haciendo que Walter se quedará en una pequeña esquina. El alfa no decía nada, por miedo a ganarse un reproche del pequeño cocinero.

-Estos pantalones también te vienen pequeños, debes cambiártelos – Gian negó con la cabeza enfadado – Dices que a garbancito no le gustan y que hace daño cuando los llevas, cámbiatelos Gian, tienes muchos más en el armario.

-Son mis favoritos, no es culpa mía estar panzón ahora...- se quejó – Tu hiciste que mi barriga creciera, garbancito también es tuyo, él me ha vuelto un glotón – Walter acarició su barriga, el omega dejó que le quitará los pantalones sin rechistar – Es glotón como tú, me acuerdo que comías mucho cuando estábamos los dos solos.

-La señorita Naomi, dice que el glotón eres tú, no el bebé...- Gian hizo un puchero – No me digas que sigues enfadado, porque mi hermana te ha dado vacaciones.

-No me deja acercarme a la cocina, porque alguien...- le gruño – Le contó que mi espalda dolía cuando cargaba con la olla y ese alguien lo amenazó con que si no me dejaba descansar lo golpearía hasta la muerte.

-Se ve que ese alguien...- se burló – Es un buen alfa que se preocupa por sus pequeños glotones.

Gian termino por ponerse de nuevo un camisón, por más que lo intentará no le cabían ninguno de sus pantalones y sus camisas le quedaban ridículas, el omega se quejaba todo el tiempo de Walter, ahora no le gustaba estar embarazado. Y también odiaba a la señorita Naomi, por haberle quitado muchos de los dulces que tomaba, diciendo que le estaba haciendo daño al bebé. Todo el mundo se había puesto en su contra las últimas semanas de embarazado.

-No te puedo ver, mi amor, pero se cuál es tu cara ahora... - Gian lo ignoro – Mi amor, solo serán unos días más, después podrás ponerte la ropa que quieras.

-Incluso mi pecho creció, ahora es más grande y me duele, no me gusta, por culpa de garbancito no puedo comer apenas, me estáis matando de hambre entre todos y el capitán – gruño – Sé que tu hermano te está esperando en la puerta, puedo oler sus feromonas, ve con él.

-¿Estás seguro? – asintió, esa mañana Gian se había despertado mosqueado – Mi amor ¿llevas las pantuflas? Anoche, cuando te hice el masaje note tus pies muy hinchados – asintió – Creo que Johann también está aquí, con Greta ¿los dejas pasar?

-Johann es muy malvado conmigo ¿Sabes lo que me hizo la última vez? – cruzó sus brazos indignado – Me obligo a tomar algo con un sabor asqueroso y me dijo que no podía vomitar, luego la señorita Naomi fue más malvada aún y me saco sangre, ya no me gusta.

-Él se preocupa mucho por ti, mi amor, su madre es partera así que conoce bastante sobre el tema, está ayudando a la señorita Naomi, ellos dicen que te portas bastante bien en las pruebas.

-Aunque les patee me siguen toqueteando la barriga para ver que hace garbancito, les dije que no quiero, pero no me hacen caso, Walter debes castigarlos – el alfa comenzó a reírse – Lo digo enserio, y a Ancel también debes castigarlo, el otro día me llamo gordo, a mí, cuando tú estabas en la enfermería, fue muy cruel, al bebé no le gusto.

Johann entro en la habitación cuando Walter salió, Ancel lo llevaría a la enfermería y después irían a hablar al despacho. La misión a Iaberg fue desautorizada por Editha, así que pudieron ir, el capitán estaba pensado una manera de poder ir sin que su hermana se entere, pero Editha era muy inteligente y lo pillaba enseguida. Walter se burlaba de Ancel cuando el alfa se quedaba con las manos en la espalda. Editha había ido a visitarlos en varias ocasiones, para asegurarse de que no habían salido de Ylesa.

Amor en la guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora