CAPITULO 80

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Ylesa se volvió patas arriba, después de la llegada de Leo, muchos de los soldados se quejaban de los llantos del bebé por la noche, sobretodo los que dormían cerca de donde se encontraban Gian y Walter, decían que lloraba demasiado. Ancel les proporciono unos cascos para que no lo pudieran escuchar pero ellos decían que era demasiado molesto, finalmente el capitán tuvo que mudar alguno de los soldados a otras habitaciones para que pudieran dormir tranquilos.

-Walter, puedes intentar que Leo llore menos, al menos por la noche...- el alfa se mosqueo ante la proposición de su hermano, el pequeño dormía en sus brazos – Déjalo con Gian, no lo traigas siempre al despacho.

-Gian está descansando y no puedo hacer lo que me pides, Leo llora con facilidad... -- el capitán puso los ojos en blanco – Es un bebé, solo tiene un mes, ahora se está portando bien, no llora.

-Todos se quejan de sus llantos por la noche, Walter, si esto sigue así tendremos serios problemas – el alfa lo ignoro – Sé que me estás escuchando, debéis intentar que Leo llore menos, la señorita Naomi os dio chupetes para él, podéis dárselo.

-Leo los tira todos, mueve su lengüita hasta que se queda sin – le replico – Gian le intenta dar los chupetes más pequeños y este glotón de aquí no los quiere – Ancel cruzo sus brazos – Hermano ¿Serías capaz de pedirle a mi hermoso Gian que se fuera?

-Si es necesario, si... - las feromonas de Walter comenzaron a atacar a Ancel – Ya has preparado tu apartamento en Drasalla, podrían vivir allí y dejar dormir a los soldados.

-Leo, tu tío Ancel no te quiere – le susurró al oído – Cuando te quiera cargar en brazos hazle tu ataque especial, al igual que me haces a mí cuando te cambio, te recompensaré.

-Walter, lo estoy haciendo por el bien de todos, incluso puedo escuchar a Leo llorar cuando estoy en el despacho.

Walter abrazo con fuerza al bebé, quería protegerlo de las palabras de Ancel, Leo solo movió su manita para separarse un poco del pecho de su padre. Walter le recordó que él lloraba mucho más que su hijo cuando era pequeño y que el abuelo tuvo que castigarlo varias veces por orinarse en la cama.

-No estamos hablando de mí, Walter – el alfa lo volvió a ignorar – Sabes que quiero mucho a Leo, pero a veces puede ser un poco escandaloso, hice todo lo posible para que Gian se quedará a tu lado cuando estaba embarazado, pero ahora me es imposible ayudarte.

-Leo, el ataque multiplícalo por mil, el tío Ancel no te quiere en absoluto, no creas en sus mentiras – el bebé hizo una pequeña sonrisa – Eso era el mensaje importante que debías darme, Ancel.

-No, hay algo más, Walter, es sobre el audio...- ambos se pusieron serios – He podido descubrir algo más.

-¿Qué es? Ancel no te hagas el interesante, pronto es la hora de comer de Leo, debo llevárselo de nuevo a Gian – el capitán suspiro agobiado – Vamos habla, el bebé empieza a tener hambre.

-No pongas de excusa a mi sobrino, para ir a ver a tu omega, Walter...

Leo hizo un pequeño quejido cuando Ancel levanto la voz, Walter comenzó a mecerlo para que no se despierte de nuevo, no quería despertar a la pequeña bestia.

-Escuche que decían una palabra extraña, aunque nunca he escuchado ese nombre, hermano – Ancel le dijo con cuidado el nombre que escucho - ¿Sabes dónde está?

-Es el nombre de una tienda, no estoy muy seguro...- Walter acarició su mentón – El abuelo no compraba armas de ese lugar, Ancel, lo vi en varios de sus papeles, Stroi has dicho ¿verdad? – el alfa le dijo que sí – Estoy seguro que es un lugar que vende armas.

Amor en la guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora