CAPITULO 56

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Gian fue mejorando al paso de las semanas, el omega le contó su historia a Walter, solo lo hacía cuando tenía fuerza para hablar sobre su padre, su compañero lo escuchaba con atención y lo abrazaba cuando este se lo pedía. Era la primera vez en años que Gian sentía que tenía a alguien a su lado, tenía miedo de que ese terminara.

-Ese señor, me encadenaba a una silla fría por las mañanas...- le tembló la voz cuando lo confeso – Podía pasar horas sentado en ese lugar, tan solo podía mover mis dedos, al escuchar que yo gritaba para pedir ayuda, decidió ponerme un trapo en mi boca.

Palpo su rostro para darse cuenta que ya no lo tenía.

-Sabía muy mal y olía terrible, pero a ese señor no le importaba...- Walter iba a abrazarlo, pero él no quiso – Me traía comida dos veces al día.

Observo con un sentimiento extraño el plato, ya vació, de lo que le había cocinado Walter, el alfa se esforzaba para darle el mejor sabor posible y siempre le ponía pequeñas notitas en las servilletas. Gian pensaba que no se merecía eso, o en sus peores días, pensaba que pronto se aburriría de él y le haría lo mismo que su padre.

-Dejaba el plato en el suelo y ataba mis manos en la espalda...- tomo un poco de agua para calmarse – Me empujaba para tirarme al suelo, apretando con fuerza el plato en mi rostro, a veces pensé que iba a morir allí.

Walter tenía malas noticias para Gian, pero no quería contárselo en ese estado, aún lo notaba demasiado débil, aunque viera que cada día que pasaba tuviera las mejillas más regordetas, lo notaba muy frágil, tenía miedo de terminar rompiéndolo.

-Gian...- le gustaba que lo llamará por su nombre, siempre usaba un tono cariñoso para referirse a él, pero a veces echaba de menos su "pequeño omega" – Encontraron el cuerpo de tu madre, hace unos días...

-Al fin podrá descansar en paz ¿verdad?, Walter – sonrió con timidez – Mi mamá, amo alguna vez a ese señor, creo que lo amo hasta el último momento, el corazón a veces es estúpido ¿no?

-Pequeño omega, hay algo sobre la señora Eboli que no sabías...- Gian trago saliva y apretó sus manos sobre el pecho – Ella estaba embarazada, cuando murió, ni ese señor lo sabía, el bebé también murió ese día.

Gian se quedó inmóvil, mientras Walter acariciaba su mano con ternura, sus ojos se llenaron de lágrimas cuando escucho aquellas palabras, su padre, no solo mato a su madre, sino también a su hermano. Permitió que Walter lo abrazará con fuerza, lloraba sin emitir ningún sonido, dejando caer solo las lágrimas.

-Van a celebrar el funeral de la señora Eboli, dentro de unos días...- Gian asintió – Me preguntaron, si querías ir, a despedirte de tu madre, no te preocupes, ese señor no se encontrará allí.

-¿Dónde la van a enterar? Mi mamá no era de la capital, ella no quería morir aquí, cuando era pequeño me decía que quería ir de nuevo a su casa, visitar a sus padres y presentarle a su querido nieto – sintió una presión en el pecho – Mi mamá es de Anstrol, al sur de Edina.

Gian le dibujo una pequeña cabaña, el que recordaba de los largos días que pasaba con su madre, ella dibujaba sin parar una cabaña rodeada de muchos árboles, pensó que se había olvidado de ella, era muy pequeño la última vez que la vio. Al terminar el dibujo, sonrió con un vacío inmenso en su pecho.

-Está era su casa, mamá tenía una pequeña habitación en el segundo piso, el cual compartía, si no recuerdo mal, con una de sus primas, según ella era la más pequeña y chillona del mundo – acarició los tramos del dibujo con sus dedos – Su prima murió en una epidemia y ella consiguió quedarse con toda la habitación, pero se sentía sola.

Amor en la guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora