CAPITULO 59

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Gian se quedó algo decepcionado cuando vio la cabaña de la que siempre hablaba su madre, de pequeño se imaginaba que era como una gran mansión, dos pisos le parecían enormes para una simple cabaña. Su madre, siempre le contaba que podía encontrar rincones sin explorar casi todos los días, ya que era gigantesca.

Walter espero a que bajara del coche para acompañarlo hasta la puerta principal, pero Gian se había quedado mirando la casa desde allí. Estaba buscando aquella magia que salía de las palabras de su madre, ya que no la veía en ninguna parte. Walter golpeo la ventanilla del coche para llamarle la atención.

-Pequeño omega ¿no quieres entrar? – Gian ni siquiera se movió – Ya hemos llegado, estabas eufórico por venir aquí.

-No es como me lo imaginaba, Walter – el alfa pudo notar la decepción en su voz – Creo que mamá fantaseaba demasiado, no es un gran castillo.

-Tan solo has visto el exterior, Gian, no puedes desanimarte tan rápido – el omega le hizo una mueca de tristeza – No está igual que hace unos años, los nuevos inquilinos me dijeron que tuvieron que hacer algunas reformas para poder vivir en ella.

Los pies de Gian se hundieron hasta el tobillo cuando bajo del coche, Walter lo guio para poder llegar a los escalones de la entrada principal, el omega sentía los pies fríos, aunque se hubiera puesto dos pares de calcetines para poder aguantar el frio, tenía los dedos congelados, imito a Walter cuando dio pequeños golpes a la madera para que cayera la nieve.

-¿Quieres hacer tú los honores? – le tendió unas llaves – La cabaña está esperándote, pequeño omega.

-No creo que sea una buena idea, Walter – el alfa le miro de reojo – Está casa ya no le pertenece a mi familia.

-Gian, está era tu recompensa por haber superado la rehabilitación, no puedes estar enfadado ahora – aparto la mirada cuando Walter lo estaba observando – A veces, las cosas no son como uno imagina, no por eso significa que sea malo. La cabaña no es un gran castillo, como imaginabas, pero contiene la historia de tu familia.

Su mano tembló cuando puso la llave sobre la cerradura, Walter apoyaba su mano sobre el hombro de Gian para darle fuerzas. Cuando se escuchó un "click" de la puerta, Gian aparto su mano y dejo la llave puesta.

-Me aprendí la historia de la cabaña, cuando contacte con la familia, pero solo te la contaré si los dos entramos, pequeño omega.

Gian espero a que entrara primero Walter, por si acaso había alguna trampa, el alfa le tendió la mano para que entrará, ya que llego a pensar que Gian echaría a correr cuando se diera la vuelta. Gian lo abrazo al cerrarse la puerta, ya que la cabaña quedo completamente a oscuras, a Walter le costó encontrar el interruptor con el omega pegado.

-¿Sabes cuantos años tiene está cabaña? – Gian negó con la cabeza – Y si te dijera, que fue una de las primeras que se construyó en Anstrol, si juntáramos nuestras edades nos quedaríamos cortos, pequeño omega.

-¿Es más vieja que el doctor? – Walter se echó a reír al escuchar la pregunta – No estoy diciendo que el doctor sea viejo, pero tiene más edad que nosotros ¿no?

-Hermoso Gian, será mejor que Nils no te escuche decir eso...- acarició su cabello, al verlo enfurruñado – Está cabaña tiene unos ciento cincuenta años, más o menos, al principio la usaban los cazadores.

Walter le señalo algunas de las cabezas que había colgadas en la pared, a Gian le daban algo de miedo, parecía que les hubieran quitado el alma. Walter tuvo que explicarle que aquellos animales estaban disecados y no le iban a hacer nada, cuando fue a tocar uno de los renos.

Amor en la guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora