CAPITULO 130

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En la última semana de embarazo el nivel de protección de Ancel incremento, el alfa observaba a Johann todo el tiempo para asegurarse de que estuviera bien. El doctor Meyer les avisó que faltaba poco para que nacieran los bebés, Johann tenía una dilatación de un centímetro y pequeñas contracciones, pero aún no se había puesto de parto.

Johann no mostraba ningún signo de encontrarse excesivamente mal, de vez en cuando se quejaba por una contracción menor, pero a los pocos segundos volvía al trabajo. Ancel acepto que lo ayudará en lo que quisiera, aunque no podía hacer nada que fuera demasiado pesado.

Liam se escondió detrás de Greta cuando Ancel se acercó a él, Johann había conseguido engañarlo de nuevo para trabajar en el jardín, algo que le había prohibido, el omega estaba muy feliz con el resultado, había conseguido una buena cosecha, la venderían completa el día de mercado, esperaba con ansias ese día.

-Mocoso... - Liam agacho la cabeza y comenzó a jugar con una ramita que había encontrado en el suelo, Greta miraba con desafió a su padre – Te dije que vigilaras a Johann, no puede trabajar en el jardín, no has visto su barriga ¿Cómo lo haces trabajar así?

-Capitán gruñón, no llames a Liam mocoso... - se quejó Greta – Papá lo volvió a engañar, no tienes que enfadarte con él.

-Falta poco para que nazcan los mellizos, un pequeño golpe puede ser peligroso, mocoso – siguió regañando a Liam e ignorando a Greta – Mira sus manos y sus rodillas, llenas de tierra.

-Lo siento, señor Simons... - Ancel gruño – El papá de Greta dijo que solo miraría un poco, estaba sentado en el banco, no me di cuenta de lo que estaba haciendo hasta que lo escuche reírse.

Ancel llevo a Johann al sofá, mientras Greta le explicaba a Liam que su padre estaba demasiado exigente con todo el mundo desde hacía unos días, para que no se lo tomara en cuenta. Liam dejó que la abrazará y fueron a descansar al porche.

Johann estaba un poco más hinchado de lo normal, sus mejillas se habían vuelto más regordetas, los mellizos le hicieron engordar varios kilos, aunque él decía que estaba igual que siempre, tan solo tenía el vientre más grande. Ancel fue a por un trapo para limpiar las manos de su esposo, que lo miraba con una sonrisita malvada.

-Los mellizos pueden nacer en cualquier momento, Johann... - besó su vientre – Es mejor que guardes un poco de reposo, necesitas energía para el momento del parto. Mamá dijo que es agotador, si no paras de trabajar será difícil para ti, mi amor, puedo hacer el trabajo que quieras.

-Me encuentro bien... - Ancel sonrió, no sabía quién le había dado aquella patadita – Los bebés están bien, no me duele nada, las contracciones no son muy fuertes, puedo trabajar.

-Mi amor, debes descansar... - Johann hizo una mueca de tristeza – Sé que es complicado para ti y que no te gusta para nada estar quieto en un mismo lugar demasiado tiempo, pero los mellizos están a punto de nacer.

-Tan solo ayudaba a los niños...- se excusó, la última le sirvió, pero parece ser que Ancel ya lo había descubierto – Mis piernas estaban dormidas de estar tanto tiempo sentado, necesitaba moverme.

Ancel lo miro de reojo, Johann se inventaba mil excusas para estar en el jardín. Una noche le confeso que le recordaba un poco a cuando estaba en la base, ya que a veces ayudaba a Gian en la cosecha o se quedaba mirando el jardín por algunos minutos antes de volver al entrenamiento. Johann echaba de menos Ylesa, le hubiese gustado poder visitar el lugar una vez más, pero Ancel se negaba a llevarlo a la capital, lloro un poco, por culpa de las hormonas o eso fue lo que le dijo al alfa. Estaba demasiado nostálgico.

-En el periódico ponía que habían reparado los ángeles de la capital... - apoyo su cabeza en el pecho de Ancel – Aunque ya no pusieron los nombres de Eugene y Zachary, no quieren recordar lo que le hicieron a todos esos omegas.

Amor en la guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora