CAPITULO 101

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Johann había dejado de hablar y apenas se mantenía despierto. Nils le explico a Ancel que podía ser debido al shock que sufrió tras enterarse de la muerte de su bebé, le solía pasar a la mayoría de los omega que sufrían un accidente como el suyo.

-Tampoco come, Nils, debemos hacer algo...- Ancel observaba a Johann desde la ventana de su habitación, el omega ahora estaba acompañado por varios enfermeros - ¿Hay algo que pueda hacer? Tampoco sirven mis feromonas, Johann está muy mal.

-El omega está roto, aunque no hubiese manifestado su deseo de tener a ese bebé, debió de ser un gran shock para él, enterarse de su muerte de una manera tan brusca...- el capitán maldijo a su hermana por lo bajo – Tan solo podemos esperar a que él reacciones.

-¿Y si nunca reacciona? Nils, no me imagino que podría pasar si Johann se queda así para siempre – el doctor asintió, pero no dijo nada – No tiene vida en sus ojos, es como si estuviera muerto.

-Se acaba de enterar de la muerte de su hijo ¿Cómo quieres que este? – Ancel gruñó y volvió a mirar a Johann – Tan solo puedes esperar a que se mejore, apenas hace tres días que se enteró.

Habían tenido que atar la mano buena de Johann a la camilla, para que deje de rascarse, ya que fue lo primero que hizo cuando se despertó. Ancel pensaba que era demasiado exagerado actuar así con Johann, pero él buscaba la oportunidad apropiada para volver a hacerlo. Cuando nadie lo veía se rascaba de nuevo.

-Johann... - el omega no le respondió, se quedó mirando a la nada - ¿Estás mejor? Me han dicho que has comido un poco ¿Estaba bueno? – asintió.

Ancel miro la mano de Johann con cierta preocupación, aún le quedaban rastros de sangre en las uñas, las cuales también cortaron. El capitán acarició la mano con cariño y le sonrió, Johann ni siquiera lo miro.

-¿Estás enfadado? – negó con la cabeza - ¿Te duelen las heridas? Puedo pedir calmantes si es muy doloroso.

El capitán le empezó a hablar sobre Greta, la pequeña le estaba preparando diferentes regalos para cuando fuera a verlo, Johann no mostro ningún rastro de emoción, incluso parecía estar ignorándolo. También le hablo de Leo, el pequeño no sufrió ningún daño cuando lo abrazo con fuerza, ni tampoco cuando cayó sobre la camilla, Gian quería volver a ver a Johann cuando volvieran a la capital.

-¿Quieres ver a Greta? – no le respondió – Ella quiere verte, está muy emocionada porque estás de vuelta, Marx dice que solo pregunta por ti, todo el tiempo – Johann lo miro de reojo y Ancel le sonrió, quería que estuviera cómodo – He pensado que podría venir...

-¿Dónde está el bebé? – el capitán se quedó en silenció – He preguntado a los enfermeros, y me dijeron que te lo dieron a ti ¿Dónde está?

-Lo enterramos en el nicho familiar, junto a la tumba de mis padres... - el omega lo miro con tristeza – No le puse nombre, estaba esperando a que lo eligiéramos.

-¿Por qué deberíamos ponerle nombre? – Ancel lo abrazó - ¿Por qué no me dijiste nada?

-Acababas de despertar de una operación muy peligrosa, estabas confundido y muy asustado, no quise que... - Johann comenzó a llorar – No fue tu culpa, mi amor, no fue tu culpa.

Ancel intento usar sus feromonas de nuevo, pero Johann las rechazaba, estornudaba cada vez que alguna rozaba su nariz y hacía muecas de asco si las sentía durante mucho tiempo. El lobo del alfa no comprendía porque su omega lo rechazaba y arañaba con tristeza las entrañas de Ancel.

-Puedes quitarme esto, por favor... - miro a su mano – Me duele, la cuerda roza mi piel – Ancel lo miro con desconfianza – Capitán.

-¿Te volverás a rascar? – Johann asintió – Entonces, es mejor que estés así – el omega le gruño – Te lo quitaré si me prometes que no te vas a rascar – lo ignoro - ¿Te sientes mejor ahora?

Amor en la guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora