Capítulo 7

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Escuchaba toques en la puerta y no hice más que removerme para volver a dormir. No me recordaba tan dormilona pero según comentó el médico tan aciano que más bien padecía un fósil, así sería por el embarazo.

Sentí un toque en mi trasero y me removí nuevamente, sabía que era él y sabía que me llamaba y para que lo hacía pero quería dormir más.

-Vamos amor, no seas vaga

-No me llames así- si quería ser objetiva con el tema del bebé no podía ceder ante sus coqueteos o cariños, porque si lo hacía entonces cedería ante todo lo demás aún así no esté lista y no quería eso.

-El entrenador está aquí, levanta el trasero- volvió a palmearlo y salió del cuarto.

Me levante y acomodé, no procuré arreglarme porque aunque lo haga últimamente siento que no logro mucho con mi aspecto, también porque apenas entrene y desayune volveré a la cama.

¿Trabajo?

Yo ya no quiero, prefiero ser mantenida, al sexy y mandón hombre que no usa condón y que me llenó el útero que me mantenga mientras hago a su bebé.

Me coloqué una ropa deportiva que consistía en un top y legins negros que dejaba ver mi pequeño bultito y luego de colocarme una coleta salí de la habitación.

-Bebe esto- me tendió un batido.

-No llegó ¿no es así?- no lo veía por ningún lado.

-No, en 15 minutos- si, quince minutos que pude aprovechar durmiendo. Lo mire mal. -Luego del entrenamiento iremos al trabajo- negué

-Acabaré cansada, no iré- lo vi alzar una ceja.

-¿Ya el segundo día y no irás?- me encojo de hombros ante lo dicho.

-Puedes divertirte con tu lagarta teñida.- lo vi morderse el labio levemente pero no dijo nada.

Me dediqué a beberme el batido que según podía deducir tenía fresas y leche, no estoy segura de que cosas más.

Poco después llegó el entrenador, y era sexy.

Muy sexy y algo fuerte, estaba muy bueno.

-Kang Sunho- estrechó mi mano. -Un placer conocerla señora Kim

-Ohh, no. No estamos casados, soy sol..

-Estamos comprometidos- bufé.

Nos condujo a la última puerta del pasillo donde no logré entrar y era un gimnasio, en todo el sentido de la palabra.

Máquinas por doquier, caminadoras, pesas, bicicleta estática, de todo. Un espejo enorme también, supongo que le ayuda con su ego.

Se plantó en el lugar mientras este me mostraba como calentar, como hacer los ejercicios para no perjudicar al bebé y aclarando que como tenía una actividad física tan activa así debía mantenerla en el embarazo.

El teléfono se escuchó poco después, pero el tercero no se movía, luego de que quien llamaba no desistiera, salió del cuarto y nosotros conseguimos privacidad.

-No bajes tanto- le había pedido tutearme. -Te voy a tocar- Se acercó a mi y lo noté colocar su mano en mi cadera para indicarme cómo hacerlo. -Lo haces bien- su mano continuaba en el mismo lugar y mi cuerpo se calentó.

Escuché un carraspeo tras nosotros y al girar el comisionado estaba ahí, nos observada, su vista se posaba con más dureza en el hombre cual acabó alejándose por inercia.

...

El entrenamiento había acabado y sentía más energía pero aún así no quería ver la cara de la peli teñida esa, así que no iría.

De todos modos no es un trabajo de verdad, él se lo inventó para tenerme vigilada, controlada como a los niños.

-Me voy, aún estás a tiempo- negué desde la cama, me había duchado, y desayunado pero regresé a la cama para dormir.

-No iré- sentí la cama moverse y abrí los ojos, estaba sentado a mi lado, tenía la mandíbula tensa. -¿Quien es el bipolar ahora?- dije burlona al verlo enojado.

-Tu entrenador renunció, conseguiré a alguna que logre ayudarte, sino lo haré yo.

-¿Renunció?

-Renunció- lo vi humedecerse los regordetes labios y los mordió.

Lo besé, no pude evitarlo. Era como si me invitara.

Atrapé sus labios y los mordí para introducir mi lengua en su boca apenas tuve la oportunidad, tomé el cuello de su camisa y la apreté con ganas para acercarlo.

Era ilógico lo húmeda que estaba si apenas nos habíamos acercado.

Las hormonas, debían ser las hormonas.

Gemí gustosa cuando lo sentí más cerca, pero lo quería sobre mi. Dentro de mi, se alejó.

Sus labios estaban rojos, hinchados, húmedos, volví a acercarme y esta vez me levanté  y arrodillé sobre la cama para quedar a su altura. -Kim- continue con su cuello. Ese firme y fibroso cuello que moría por marcar, y así lo hice. Dejé marcas en él lo suficientemente descaradas como para que todo aquel que lo viera supiera cual era el motivo.

-Kim, detente- detuve mis movimientos, me había rechazado. Había rechazado mi tacto, mis besos, a mi.  -No te pongas así- lo alejé. -Nena ven aquí- volví a negar.

-Debo orinar- me adentré al baño y no salí hasta no escuchar la puerta ser cerrada.

Trató de disculparse diciendo que no quería dañar al bebé, excusas absurdas. Cuando notó que no cedería entonces se marchó.

Limpié mis lágrimas, no se ni siquiera porque había comenzado a llorar, absurda es lo que soy.







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Solo Mía Donde viven las historias. Descúbrelo ahora