♡ Prólogo ♡

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Toda mi vida me sentí querida y protegida por mi familia. Mis padres solían decir que mi hermana y yo éramos el motivo de su felicidad. Estaban agradecidos de que formáramos parte de sus vidas, y yo estaba infinitamente agradecida de formar parte de la suya.

Algunas veces, antes de quedarme dormida, miraba el techo de mi habitación y me preguntaba cuál era la razón de mi felicidad; indudablemente, en primer lugar estaba mi familia; en segundo plano, pero no menos importante, mis pensamientos me respondían que Asher era uno de los principales motivos de mi felicidad. Se podría decir que lo consideraba parte de mi familia porque siempre había formado parte de mi vida.

Yo estaba agradecida de tenerlo a él: Asher Bennett, mi mejor amigo. Él le daba sentido a mi día a día. Desde que tenía uso de razón, siempre había contado con su apoyo y su compañía. Lo veía conmigo en cada uno de mis recuerdos de la infancia. Me había acompañado en cada derrota y en cada triunfo; en cada sonrisa y cada lágrima.

Asher y yo éramos inseparables, formábamos un complemento. Era como si él formara parte de mí y yo de él. Nunca tuve que extrañarlo porque estuvo siempre allí, en mis momentos buenos y en los peores. Aquella vez que me caí de mi bicicleta y tuvieron que curarme las heridas, él estuvo junto a mí, diciéndome que todo estaría bien. El día que gané el concurso de canto en tercero de primaria, él estuvo en primera fila animándome con sus aplausos y sus gritos de alegría.

Con el paso del tiempo, nuestra amistad se volvió tan sólida que llegó el momento en el que lo sentía cerca incluso cuando no estábamos juntos. Estaba cien por ciento segura de que a él le sucedía igual conmigo.

Mi vida y la suya podían describirse en una misma historia, porque él me había acompañado en cada acontecimiento importante de mi vida y yo en cada momento importante de la suya.

El día que cumplimos catorce años pedimos como deseo que nada entre nosotros cambiara. Ese mismo año, decidimos estudiar en el mismo colegio (al igual que en los años anteriores), con la diferencia de que ya habíamos dejado de ser un par de niños y la etapa de la adolescencia estaba a la vuelta de la esquina. No quise darme cuenta de ello hasta que la diferencia y el cambio comenzaron a ser evidentes.

Mi padre siempre decía: «Hija mía, recuerda que la vida gira en una ruleta donde todo es impredecible, y yo espero de todo corazón que la tuya siempre esté llena de oportunidades y alegrías».

Hoy que lo pienso, tal vez mi error fue permitir que mi ruleta siempre girara en torno a él, porque Asher no estaría allí siempre; tarde o temprano se iría y yo tenía que estar preparada para verlo triunfar y ser feliz... aunque eso conllevaría a verlo con alguien más. Alguien que no podría ser yo.

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