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ASHER

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ASHER

Al regresar a casa aquel viernes, me dispuse a entrar a la cocina para decirle a mi madre que ya estaba de regreso. Mis padres no tenían problema con dejarme salir; su única condición era que no volviera demasiado tarde. Confiaban en mí y sabían que mi manera de vivir y disfrutar de mi juventud era absolutamente responsable.

Me despedí de mi madre y, tras cruzar el recibidor, subí las escaleras y me metí en la que era mi habitación. Antes de acostarme, me metí al baño y me di una ducha de agua caliente. No había nada mejor que refrescarse después de un largo día.

Después de ducharme, procedí a secarme el pelo húmedo con la toalla de baño que colgaba del perchero en la pared lateral al lavamanos. Coloqué la toalla sobre mis hombros y tomé una larga bocanada de aire antes de abrir la puerta. Al salir de allí, fui directo al guardarropa para ponerme un bóxer y, casi de inmediato, me dejé caer al costado de mi cama, rendido.

No transcurrió mucho tiempo antes de que el sueño se apoderara de mi consciencia.

A la mañana siguiente desperté con el vago recuerdo de un sueño en el que rememoraba un momento de mi infancia. En el sueño, estaba con Beth a nuestros once años, ambos en un parque, recorriendo el interminable camino de césped, tomados de la mano. Solo que, en algún momento, ella soltaba mi mano y simplemente desaparecía.

...

A la mañana siguiente, descansar no estaba entre mis planes. Durante la mañana, estuve bastante ocupado. Tuve que encargarme de varios asuntos académicos, más tarde, ayudé a mi padre a revisar la instalación eléctrica de la casa, que aparentemente comenzaba a ser un problema preocupante porque en varias áreas de la casa las luces encendían y se apagaban sin control. Después, me tomé el tiempo de practicar algunos tiros libres en el jardín de la casa para mostrarle a Alen mi técnica al practicar baloncesto. Ese deporte llamaba especialmente su atención, aunque él solía decirme que, con el paso de los años, quería llegar a ser el líder de un equipo de fútbol americano. Me sentía honrado de que quisiera seguir mi ejemplo, pero no esperaba que él triunfara forzosamente en el deporte incorrecto. Yo quería que tomara sus propias decisiones y siguiera el camino que le resultara más apasionante.

Las horas pasaron una tras otra; no había tenido tiempo de mensajear con Piper, quien solía escribirme todos los días para decirme que no dejaba de pensar en mí. No sabía por qué, pero en ese momento me apetecía que estuviera allí conmigo, besándome de esa manera tan exquisita y adictiva.

Si algo había podido confirmar en esa semana que llevábamos saliendo, era que Piper Stevens desprendía fuego y pasión por cada poro de su suave piel. La noche anterior, me contuve a besarla con intensidad y desenfreno. Había deseado quitarle la respiración y fundir mi boca en sus labios ardientes; no lo hice porque Beth estaba allí, al lado de nosotros, y no creí que fuera correcto enrollarme con mi chica en presencia de mi mejor amiga.

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