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ASHER

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ASHER

Beth tenía mucha razón al decirme que era una pésima idea salir de fiesta entre semana, y lo afirmo porque el amanecer del viernes fue un total infierno para mí. Desperté con una terrible resaca a causa de haber bebido más de la cuenta y, además de tener que soportar ese malestar, sentía el estómago revuelto por todo el alcohol que había ingerido mi cuerpo.

Evidentemente, yo jamás bebía más de dos o tres copas para pasarlo bien; solo que, al estar allí rodeado de tanta gente y acompañado de Liliana, una chica guapa y tremendamente atractiva, perdí totalmente el control y no paré de beber cerveza hasta el momento en que Beth volvió a aparecer ante mis ojos, luciendo un aspecto pésimo y con la clara expresión de querer irse de una vez por todas de esa fiesta desagradable.

Tengo imágenes borrosas en mi cabeza; la recuerdo diciéndome que no necesitaba quedarse porque yo estaba bien acompañado. Creo que le dije que eso no era cierto y le pedí que no se fuera, lamentando haberla abandonado en una fiesta en la que ella ni siquiera quería estar. Pero nada de eso sirvió para tranquilizarla, porque se enfadó y me dijo que se iría sola. Mi única reacción fue decirle que la acompañaría a casa. Beth se alejó sin responderme nada, y yo no tuve oportunidad de despedirme de Liliana porque, si no la seguía de inmediato, las cosas entre nosotros terminarían en una caótica discusión a la que no quería enfrentarme.

Francamente, nunca me molestaría con Beth, pero tampoco pensaba joder nuestra amistad de esa manera solamente por pasar un buen rato con una chica atractiva.

Al final, decidí seguirla. Tras habernos metido en el auto, juro que no la escuché hablar durante el trayecto a casa, nada, ni una sola palabra salió de sus labios. Ella simplemente mantuvo su mirada fija en la ventana lateral del auto; me pareció que estaba demasiado molesta por alguna razón indescifrable. Quise entablar una conversación, pero sus respuestas fueron muy evasivas.

Al estacionarme frente a su casa, Beth tampoco se despidió de mí, hasta el punto en que recuerdo solo dijo: "Nos vemos". Luego se dio la vuelta, empujó la puerta y, al bajarse, la cerró sin mirarme siquiera. Mis ojos la siguieron mientras se alejaba del auto a grandes zancadas y entraba en su casa muy deprisa, como si quisiera ocultarse lo más pronto posible para no verme. Me quedé mirando la entrada de su casa, desconcertado y completamente perdido al verla comportarse así.

Quise bajarme del auto para ir a buscarla; quería aclararlo todo y preguntarle qué había ocurrido para que actuara tan disgustada y fría, pero me daba vueltas la cabeza y juraría que, si la hubiera alcanzado, solamente habría conseguido que sus padres vieran el estado en el que me encontraba. Como consecuencia, la confianza que depositaban en mí se habría perdido en cuestión de segundos. Ir tras ella era demasiado arriesgado; sinceramente, no quería empeorar la situación con mi estado de ebriedad, así que la única alternativa que tuve fue marcharme a casa y esperar al siguiente día para hablar con ella en la academia.

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