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BETH

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BETH

Los días de la semana transcurrieron muy rápido. En un abrir y cerrar de ojos, me di cuenta de que faltaban tan solo dos días para que llegara la fecha del popular baile de invierno. Hablando con honestidad, todavía no sabía qué vestido me pondría ni cómo me maquillaría.

En los corredores de la academia, había escuchado cientos de comentarios relacionados con el baile. Escuché a las chicas decir que pasarían juntas al spa, que irían a la estética para elegir su peinado y que allí mismo las maquillarían. En definitiva, ellas se verían espectaculares y radiantes esa noche. Yo me esforzaba en ocultarlo, pero me sentía un poco desanimada porque no estaría deslumbrante, por más esfuerzo que pusiera en verme y vestirme bien.

Nunca me había considerado una chica hermosa, pero era en instantes como ese cuando realmente me sentía insignificante. Sabía que nunca me vería como ellas, que mi aspecto pasaría desapercibido en comparación con esas chicas guapas que se arreglarían de una manera magnífica para la ocasión.

Esa era una de las razones por las que siempre rechazaba asistir a los eventos sociales, porque tenías que aparentar ser quien no eras en realidad, debías comportarte igual que el resto, arreglarte de forma impecable, verte formal y elegante, todo eso solamente para ser parte de un grupo de personas superficiales que buscaban algo que juzgar en los demás.

La voz de mi consciencia se preguntaba por qué había aceptado ir al baile cuando evidentemente lo que menos me apetecía era ponerme un vestido y mezclarme con las personas que más me desagradaban, alumnos como Reagan Rush y Piper Stevens. Engreídos, con aires de grandeza y de carácter despectivo, aquellos que se sentían orgullosos de juzgar y humillar a quienes consideraban inferiores.

Me esforcé en eliminar de mi cabeza todos los pensamientos negativos y me autoconvencí de que haría lo correcto. Después de todo, iría con Alan al dichoso baile y lo pasaríamos bien juntos. No había motivos que justificaran la manera en la que me sentía.

Un murmullo suave y apagado resonó en mis oídos y me resultó imposible no descifrar lo que me decía: «Te sientes así porque no deseas ir con Alan, al único que quieres a tu lado es a Asher, no intentes convencerte de lo contrario».

Sacudí la cabeza, negándome a aceptarlo. Reprimí dentro de mí todos mis sentimientos hacia él y los dejé encerrados en el baúl del olvido. Quería mantenerlos ocultos el mayor tiempo posible, pero las emociones eran tan profundas e intensas que me era imposible desprenderme de ellas.

Al llegar la tarde del viernes, salí de mi casa vestida con ropa casual y emprendí mi camino en dirección a la casa de los Bennett, ya que allí me estaría esperando Asher. Nos habíamos puesto de acuerdo para continuar con el maratón de películas de la saga de Harry Potter.

Cuando llegué al porche de su casa, él ya estaba esperándome en la puerta de entrada. Me detuve a su lado para saludarlo, a pesar de que ya nos habíamos visto horas atrás en los pasillos de la academia. Mientras atravesábamos el vestíbulo, me comentó que esa noche irían a cenar algunas amigas de su mamá y me propuso que subiéramos a la planta de arriba, específicamente a su habitación.

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