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ASHER

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ASHER

Esa misma noche, al entrar a mi habitación, me senté en la punta de la cama mientras me llevaba las manos a la cabeza con desesperación. Todavía no podía asimilar lo que había descubierto después de tanto pensar en el beso que Beth y yo nos dimos, y la verdad era que encontrarme en el mismo sitio donde sucedió no me ayudaba a apaciguar esa inquietud latente en mi cuerpo.

Me llevó todo un día comprenderlo, pero ahora estaba claro en mi mente: Elizabeth tenía un extraño efecto sobre mí, un efecto peligrosamente poderoso. Seguía desconcertado por lo afectado que me sentí al haberla saludado en la mañana; aquel fue un frágil roce de mis labios contra la piel suave de su mejilla y me afectó igual que el beso que nos dimos en la madrugada anterior, pero eso no fue todo lo que sentí, porque mientras conversábamos, extendí mi mano para posarla sobre la suya y ese contacto delicado y casual consiguió desestabilizarme.

Después de pensarlo tanto, llegué a una conclusión muy clara: algo había cambiado entre nosotros. No podía ignorar lo que sentía al acercarme y mirarla; ya nada podía seguir siendo igual.

Siempre me he sentido muy cercano a Bethy. Hemos sido amigos toda la vida y nunca la miré como algo más, porque contar con ella en cada instante de mi vida me llevó a creer que nunca nada nos separaría. Me volví dependiente de ella, y es ahora cuando nuestra conexión se ha vuelto más fuerte. Nos une algo inquebrantable y sumamente poderoso, y empiezo a temer que se convierta pronto en algo dañino para ambos.

Definitivamente, quiero estar siempre con ella y deseo poder quererla de manera incondicional. Me aterra la sola idea de distanciarme, porque no soportaría dejar de oír su voz y su risa, dejar de contemplar esos ojos castaños día a día, ni dejar de darle esos abrazos que me ofrecen tanta calma y tanto cariño. No podría vivir una vida sin ella, porque Beth me complementa; lo es todo para mí, y lejos de ella me sentiría incompleto. Sentiría su ausencia y no encontraría ninguna razón para sonreír. Sin embargo, eran todos esos sentimientos de necesidad y dependencia los que me alarmaban.

Las palabras de Piper resonaron en mi mente como un recordatorio destinado a llegar a mí en los peores momentos. Su voz me llegó en un eco:
«Precisamente no tenemos una relación ni nada que se le parezca, porque en la órbita de tu vida solamente existe Elizabeth Hayes, Asher. No eres capaz de ver más allá de ella, ¡maldición! Tu vida gira alrededor de lo que ella diga, lo que haga y lo que pida».

Sacudí la cabeza rotundamente, negándome a creer que lo que ella insinuó pudiera ser cierto. No, no, definitivamente no. Apreciaba a Beth y la adoraba con todo mi corazón, pero ella no era la "órbita" de mi vida. Me importaba y sí era alguien especial en mi vida, pero no todo lo que hacía giraba en torno a nuestra amistad. Tal vez algunas cosas sí las hacía por ella, y podía llegar a ser muy evidente que la protegía y la cuidaba más que a nada ni nadie más.

Joder, cuánto costaba reconocer que esa chica de cabello oscuro y ojos avellana estaba metida en mi piel y en mis pensamientos.

Ella era mi única amiga, alguien que siempre estuvo conmigo, escuchándome, sonriéndome y acompañándome en los momentos difíciles y en los más alegres de mi vida. Nunca mentí cuando dije que necesitaría a Beth en cada instante, pero solamente llegado ese día descubrí cuán incondicional era ella para mí.

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