ASHER
Ya habían transcurrido varias semanas desde el día que Beth y yo habíamos formalizado nuestra relación y de momento las cosas fluían muy bien entre nosotros; nos veíamos solamente los fines de semana porque asistíamos a distintas universidades, pero la distancia no suponía ningún problema en nuestro noviazgo porque cada reencuentro se sentía como una nueva aventura en la que podíamos perdernos y disfrutar de la intensidad del amor que nos unía.
Su familia y la mía ya estaban al tanto de que habíamos pasado de ser mejores amigos inseparables a una de esas parejas que se demuestran su amor sin la necesidad de estar a cada segundo juntos. Mis padres estaban encantados con vernos juntos, pero mi hermano era el más entusiasmado, frecuentemente me decía que estaba orgulloso de que al fin estuviera con la chica que siempre creyó que era la indicada para mí. La familia de Beth también aceptaba nuestra relación, un día incluso me confesaron que yo siempre fui su favorito, el único joven que querían al lado de su hija; no era un secreto que Cassy siempre quiso vernos juntos, ya comenzaba a darme cuenta de que le encantaba fastidiarnos porque no paraba de decirnos que si nos queríamos tanto nos fuéramos a vivir juntos.
En la universidad mis compañeros de clase y los jugadores de mi equipo me preguntaban frecuentemente cómo seguía, como me sentía y yo les respondía que nunca estuve más feliz en mi vida y esa sensación de plenitud solamente se debía a ella, a mi chica especial, la mujer que amaba y amaría de por vida. Cada vez que estábamos juntos no podía dejar de preguntarme cómo pude tardarme tanto en declararle mi amor, cómo pude ser tan ciego y estar con otras cuando siempre tuve a mi lado a la chica más sensacional, divertida y encantadora. La única respuesta que le encontraba era que en ese tiempo fui un idiota con los ojos vendados porque, en lugar de apreciar lo que tenía, buscaba lo que nunca encontraría en nadie más.
Cada vez que me pedían que les hablase de nuestra historia yo les decía que nuestro amor fue creciendo desde nuestra infancia, que tal vez sin darme cuenta ya la amaba desde la adolescencia, y también hablaba de todos los obstáculos que superamos, aunque no me encantaba hablar de mis equivocaciones tuve que admitir que al paso de los años fui cometiendo muchísimos errores, errores que la distanciaron de mí, errores que me hicieron perderla, pero que también me ayudaron a darme cuenta de que no podía sentirme bien sin ella porque Beth era mi otra mitad, la chica que complementaba mi alma, el gran amor que nunca olvidaría. La parte de la que más me gustaba hablar era sin duda cuando llegaba a ese punto presente de nuestra historia, porque allí era donde todo lo que atravesamos y enfrentamos tomaba sentido, puede que no tuviera lógica para muchos, pero cada situación, ya fuera desastrosa o buena, nos condujo a estar juntos y eso era lo más importante.
Ese fin de semana, Beth había aparecido temprano en mi casa, yo la recibí completamente cautivado, la abracé y la sostuve entre mis brazos sin la menor intención de soltarla, pero cuando llegó el momento de separarme de ella mi deseo de besarla fue irrefrenable. Al romper el beso no dejamos de mirarnos y hablamos sin parar de nuestra ocupaba semana en la universidad y tras un largo rato decidimos salir a dar un paseo. Fuimos al parque, mi madre tuvo que llevarnos en el auto porque yo aún no me había recuperado de la fractura y mi pierna seguía enyesada. Mientras mi madre iba de compras al centro comercial nosotros nos sentamos en una de las bancas del parque y disfrutamos de la compañía del otro mientras comíamos un delicioso helado de barquillo.
ESTÁS LEYENDO
Incondicionales
Teen FictionAsher es un joven con muchos sueños y metas en la vida, cada uno de sus objetivos tiene un propósito a seguir: convertirse en un jugador estrella del fútbol americano. Su mejor amiga, Elizabeth, es una gran soñadora. Ella sueña que las canciones que...