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ASHER

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ASHER

Durante el trayecto a casa, me tomé el tiempo de evaluar el aspecto de Beth y llegué a la conclusión de que estaba demasiado borracha para llegar a su casa por su cuenta, sin mencionar que sus padres debían de estar allí. Si la llevaba y ellos la veían en ese estado, yo perdería su total confianza y probablemente se enfadarían mucho con los dos por nuestra irresponsabilidad al consumir alcohol.

Al final, decidí llevarla a mi casa para dejarla descansar el resto de la noche. Era mejor esperar para hablar al día siguiente, cuando ella ya estuviera más consciente, porque sabía que se olvidaría de cualquier cosa que pudiera decirle y no tendría sentido alguno.

Al llegar a casa, abrí el garaje para estacionar el auto de Max allí. A continuación, apagué el motor, me volví hacia Beth y le dije:

—Ya estamos aquí, princesa.

Ella no me respondió. Al inclinarme hacia adelante para observarla, noté que tenía los párpados cerrados y que respiraba acompasadamente. Estaba dormida. Se veía muy adorable allí sentada, con la cabeza apoyada en la ventanilla. No quería despertarla.

Me bajé del auto y cerré la puerta con cuidado para no hacer ningún ruido. Después, me acerqué a la puerta del copiloto y la abrí despacio. La sujeté rodeándole la cintura con mi brazo y también la agarré debajo de las rodillas para sostenerla y llevármela cargando. Su cabeza se movió un poco y terminó apoyada sobre mi pecho.

Entré a la casa por la puerta trasera que había junto a la cochera y, al adentrarme en el vestíbulo sumido en la penumbra, caminé con mucha precaución para no tropezar ni chocar con algún objeto oculto a la vista. La sujeté con firmeza y la llevé en brazos hacia el segundo piso.

A mitad de las escaleras, Beth entreabrió los labios y comenzó a balbucear palabras ininteligibles en voz muy baja.

En cuestión de pocos segundos, llegué arriba y avancé por el largo pasillo de las habitaciones. Quise entrar en la habitación de invitados, pero estaba cerrada con llave y me fue imposible poder abrirla, así que decidí que lo mejor sería llevarla a mi habitación para poder vigilarla y cuidarla.

Caminé un par de pasos y giré la perilla. Al entrar, presioné el interruptor para encender la luz y me dirigí directamente hacia la cama para depositar su cuerpo allí. La solté con mucha delicadeza y me agaché junto a ella para apartarle el cabello del rostro. La contemplé mientras mis dedos le acariciaban la sien y la mejilla. Su respiración era lenta y tranquila. Estaba sumida en un sueño muy profundo.

Pensé que lo mejor sería dejarla descansar para que los efectos del alcohol desaparecieran a la mañana siguiente. Me incorporé y agarré uno de los extremos de la cobija; estuve a punto de envolverla en el edredón cuando ella abrió los ojos lentamente y me encontró parado junto a la cama.

—¿Estoy soñando contigo? —inquirió con la voz apagada—. Si eres parte de un sueño, no quiero despertarme jamás.

Sonreí ante sus ocurrentes palabras y le froté el brazo suavemente.

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