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ASHER

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ASHER

Esa noche estaba decidido a hablarle a Lina con la verdad, la cité en ese restaurante porque quería decirle que me gustaba estar con ella, que apreciaba el apoyo que me ofreció en las últimas semanas a pesar de no poder vernos, pensaba confesarle que no podía seguir ilusionándola ni haciéndole creer que la quería cuando no tenía claro qué era lo que sentía exactamente. Iba a serle honesto, iba a acabar con esa relación porque desde el día que besé a Beth algo cambió en mí, entre nosotros se percibía algo diferente mientras con Lina había algo que no encajaba.

Todo iba bien en aquella velada, justo acababa de pedirle que me escuchara porque tenía que decirle algo muy importante, ya tenía las palabras en el pensamiento y estaba a punto de expresarlas, pero mi plan se desmoronó en cuando la vi entrar al restaurante con él, yendo de la mano de ese chico Tyler. Apenas los observé un par de segundos y no pude soportarlo. Desvié la mirada porque me sentí herido, fracturado de una manera incurable.

Por un momento, creí que estaba viendo alucinaciones, pero mis esperanzas de que aquello no fuera cierto se esfumaron en el preciso instante en el que Lina los llamó y les pidió acercarse. Ellos parecieron dudarlo, pero al final terminaron acercándose y se detuvieron a un lado de nuestra mesa.

Beth me miró fugazmente y yo quise retener su mirada en la profundidad de la mía, pero al cabo de un segundo dejó de mirarme y se dedicó a observar a Lina, quien solamente soltaba comentarios cursis y no paraba de hablar de nuestra estrecha relación de pareja. En todo el tiempo que duró su plática permanecí en silencio, con la vista fija en ellos dos: se encontraban cerca y a Tyler se le veía encantado de tenerla justo a su lado porque no paraba de sonreírle, la contemplaba de reojo y cada cierto tiempo le acariciaba la mano que ella había apoyado encima de la mesa. Beth no se inmutaba, ni siquiera parpadeaba, toda su atención recaía sobre mi brazo, el mismo que Lina rodeaba entre los suyos.

En cierto momento, vinieron a ofrecernos la carta del menú, todos pedimos nuestra orden y la mesera desapareció tan pronto como había aparecido. Todos intercambiamos miradas silenciosas y únicamente Tyler se atrevió a romper el juego de miradas haciendo un comentario sobre los excelentes platillos que se servían en ese lugar. La tensión se desvaneció, pero fue incrementando mientras la conversación seguía su curso. Beth y yo cruzamos miradas, la suya era brillante y acaramelada, la mía era pálida y opaca, reflejaba desconcierto. No lo comprendía, no entendía qué hacían juntos, mi mente no asimilaba que ella estaba allí por él, que se había vestido tan bella solo porque tendrían una cita.

Nuestras miradas dijeron más de los que en palabras podríamos expresar. Yo estaba tan ansioso de hablar para romper el muro de hielo que estaba interpuesto entre nosotros desde el día que ella se fue del garaje con la melancolía reflejándose en sus hermosos ojos. Casi pude verme a mí mismo diciéndole que la extrañaba, que echaba de menos nuestros momentos juntos, que me costaba respirar si no la tenía a mi lado, que los días se volvían un martirio si no veía sus sonrisas, sus luminosos ojos, si no escuchaba su voz suave, consideré confesarle que cada minuto se volvía un infierno al tenerla lejos porque añoraba sus abrazos, sus caricias y sus labios, porque ya no había hora en la que no tuviera en la cabeza el beso que nos dimos.

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