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ASHER

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ASHER

Varios días después del baile de graduación llegó el devastador momento en el que vería partir a Beth al otro lado del estado. Era sábado y el clima se sentía bastante caluroso, por esa razón mantuvimos las ventanillas de la camioneta abiertas durante el viaje en carretera. La parte trasera de dicha camioneta estaba repleta de maletas y cajas, todas llenas de las pertenencias de Beth, ese día estábamos llevando todas sus cosas a la residencia (de la Universidad) donde se hospedaría.

Todavía no había podido procesar que en menos de dos semanas dejaríamos de vernos; yo me quedaría en San Francisco y estudiaría en una buena universidad, no diré que en la más prestigiosa, pero sin duda tenía buenas referencias, y a diferencia de mí, Beth se mudaría al otro lado del estado para estudiar en la universidad de Arte y Música de Los Ángeles. Tenía tanto que decirle y tan poco tiempo para decírselo todo. Aún no encontraba el valor suficiente para confesarle que me moría de amor por ella, no se lo había dicho porque temía su reacción, aunque, siendo más claro, la última vez que intenté hablarle de mis sentimientos ella salió huyendo y me dijo que formalizaría su relación con Tyler.

Ese era un tema que me resultaba insoportable de pensar. Para ser franco, verla con él me dolía y no me hacía bien, pero yo me forzaba a soportarlo, no tenía más alternativa que verlos juntos porque realmente quería verla feliz, aunque eso significase que se me partiera el corazón por no ser yo el indicado para amarla.

Desde el momento en el que me enteré de que se iría lejos le prometí que la acompañaría el día de la mudanza. Mientras íbamos de camino a la universidad me resultó imposible no preguntarme si ella hacía todo eso para mantenerse alejada de mí, quería hacerme el fuerte y aparentar que esto no me afectaba, cuando en el fondo esperaba que no fuera por esa razón.

Cuando llegamos a la universidad tuvimos suerte de encontrar una plaza libre donde pudimos aparcar la camioneta. El padre de Beth y yo nos encargamos de bajar todo el equipaje, y al terminar tomamos las cajas y dejamos que ella se llevara las maletas menos pesadas.

Mientras nos dirigíamos a la entrada, me fijé que la residencia era de cuatro pisos, las paredes del exterior eran de ladrillo rojo y ventanales verdes, delante de la entrada había unas escaleras con un barandal reluciente a los lados y un jardín delantero que estaba sorprendentemente verde, recientemente podado y muy cuidado.

Entramos a la recepción de la residencia y preguntamos por la ubicación de su dormitorio, la recepcionista nos dio un folleto en el que estaban distribuidas todas las habitaciones y nos indicó el piso y el número de su dormitorio.

Afortunadamente, conseguimos llegar a la habitación sin dificultades, ya que la misma se encontraba en la segunda planta del edificio. El interior del dormitorio era espacioso y acogedor, contaba con una amplia sala de estar, había una pequeña cocina al fondo ubicada tras una amplia barra de madera y un corto pasillo en el que se podían visualizar tres puertas, supuse que allí había dos habitaciones y un baño independiente. Cuando llegamos no había nadie dentro, así que fue fácil meter todas las maletas en una de las habitaciones. Nos tomó menos de una hora acomodar todas sus pertenencias, yo la ayudé a colocar algunos objetos decorativos en las repisas y ella se encargó de colocar todos sus libros en un pequeño librero que había justo al lado de la ventana.

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