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BETH

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BETH

Era una grandísima idiota; dije cosas sin pensar y lo arruiné todo. No había medido mis palabras y, otra vez, acabé discutiendo con él por Reagan. Asher suponía que yo me comportaba tan cambiante por su culpa, pero mi actitud también se debía a mis sentimientos por él, a sus nulos sentimientos hacia mí y a todo lo que me había guardado dentro desde que entendí que nunca estaríamos juntos.

La fiesta seguía su curso, pero yo me había quedado en pausa, absorta en mis pensamientos. Estaba apoyada en la barandilla de la terraza del segundo piso y, a pesar de ya no tener muy claro cuánto alcohol había circulando por mis venas, podía asegurar que la vista hacia el océano y la playa era absolutamente maravillosa y fascinante.

Después de pedirle a Asher que se fuera, volví al balcón y me quedé allí sintiéndome perdida, mirando hacia el cielo nocturno lleno de estrellas brillantes. La calidez de la brisa rozando mi piel era reconfortante y me brindaba mucha calma, pero al cerrar los ojos y respirar hondo, todavía me atormentaba la culpa.

El remordimiento por haberlo tratado de aquella manera tan cortante latía dentro de mí y me oprimía el corazón.

Me había costado tanto decirle esas cosas, forzar mi voz a expresar palabras hirientes, obligar a mi cuerpo a alejarse y distanciarse, porque tenerlo cerca me quemaba el alma.

Todavía no asimilaba que había rechazado irme con él y, en su lugar, había preferido quedarme en compañía de Reagan, alguien que no me comprendía y que jamás entendería el amor irracional que sentía hacia Asher.

Tomé esa decisión porque ya no quería depender de él. Decidí quedarme porque, por una vez, quería llevarle la contraria, pero realmente no me apetecía estar en esa fiesta, rodeada de gente extraña y de chicos como Reagan Rush, que no veían más allá de sí mismos.

No me había gustado nada la sonrisa de suficiencia que él le dirigió a Asher antes de que cada uno eligiera el camino que tomaría. Tenía claro que el camino que elegí no fue el indicado y seguramente me arrepentiría más tarde de comportarme como una resentida inmadura.

En lo más profundo de mi ser, sabía que el camino que quería seguir era el que me llevara a los brazos acogedores de Asher. Pero en la vida real, elegir a Asher podía considerarse algo imposible, porque, si se trataba de elecciones, él nunca me elegiría a mí, y eso me destrozaba, me rompía en pedazos.

Ray y yo hemos estado contemplando el mar durante un tiempo indeterminado; ya he perdido la cuenta y también le he perdido el sentido a seguir aquí engañándome a mí misma.

Asher no estaba equivocado en nada. Era verdad que Reagan jamás podría interesarme. Por otra parte, tampoco estaba ciega; sabía que el chico tenía un interés especial en mí y, sinceramente, no pretendía descubrir de qué se trataba, no era tan inconsciente para dejarme manipular por un chico encantador con aspecto de ensueño. Había bebido varias copas, pero no las suficientes para terminar cayendo en su juego.

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