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BETH

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BETH

Una vez que termina la clase de deportes, el profesor nos dice que podemos descansar en los escalones de las gradas, que están ubicadas a los lados de la cancha del gimnasio.

Melissa y yo nos acercamos al sitio donde dejamos nuestras mochilas para beber un poco de agua e hidratarnos después de la agotadora clase de ejercitación física.

—Los ejercicios me han dejado agotada, amiga. Te juro que mañana no voy a poder levantarme de la cama porque voy a estar terriblemente adolorida —comentó Mel dramáticamente mientras se dejaba caer en uno de los escalones, apoyando su espalda en el escalón superior.

—Pues yo estoy sin aliento y no tengo ganas de dar un paso más —confesé con la garganta seca y la voz rasposa. Volví a acercar la botella a mis labios para seguir bebiendo algo refrescante, pero pronto caí en cuenta de que me había terminado su contenido—. Necesito más agua.

—Hoy estás de suerte porque he traído una botella extra —mencionó Asher a mis espaldas y, de la nada, apareció junto a ambas.

—¿Lo dices en serio? Realmente eres lo máximo —exclamé cuando me tendió una botella transparente. La tomé y le quité la tapa de inmediato para hidratarme lo más pronto posible.

—Él puede ser lo máximo, querida, pero yo soy el único chico increíble que quieres en tu vida —comentó Max, el amigo de Asher, pasando a nuestro lado y aproximándose hacia Mel para sentarse junto a ella.

El chico extendió los brazos a los lados, apoyándolos en el escalón que tenía detrás. Melissa no tardó en darse cuenta de que la mano de Max estaba a escasos centímetros de su hombro, así que rápidamente se irguió para apartarse.

—Mantén tus manos lejos de mí, ¿quieres?

—Ya quisieras que pusiera un solo dedo sobre ti, guapa —se defendió Max, en un tono arrogante que le desagradó a mi amiga.

—Porque no te vas de aquí y me haces el favor de desaparecer de mi vista, Max.

—Porque me encanta hacerte rabiar, mi bella Lisa —murmuró Max, inclinándose hacia ella para fastidiarla.

Ella echó la cabeza hacia atrás y le empujó el pecho con las manos justo antes de levantarse de las gradas para mantenerlo lejos de su alcance.

Después de beber la mitad de la botella, seguí escuchando lo que se decían Mel y Max. De repente, oí que Asher susurró cerca de mi oído:

—Necesitamos hablar, Bethy —lo dijo con esa voz suave y comprensiva que me hacía adorarlo, a pesar de que deseaba odiarlo tanto como Mel odiaba a Max.

Ladeé la cabeza y lo miré con curiosidad. En sus ojos distinguí cierta inquietud y duda, así que me mostré inexpresiva porque no quería que descubriera que detrás de mi silencio había una verdad que me atormentaba desde la noche anterior.

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