ASHER
Había perdido por completo el control. Esa noche, al llegar a casa, la angustia comenzó a atormentarme y me vi preso de la desesperación y la frustración.
Me sentía molesto por haberme comportado así; me enfurecía no ser capaz de controlarme y contenerme. Casi me permití caer ante mi deseo de besarla, pero, afortunadamente, me di cuenta justo a tiempo de la gran magnitud del problema al que me habría enfrentado de haberlo hecho.
Me resultaba difícil entender qué era eso que sentía por ella. Llevaba semanas dándole vueltas y todavía no le encontraba ninguna definición. A veces sentía que la quería como a una amiga; apreciaba su amistad y su compañía, pero había instantes en los que temía llegar a amarla. Un ejemplo claro fue esa noche. Estaba con ella disfrutando de la película y, de la nada, dije cosas que no debí expresar y actué sin pensar.
Viéndolo todo desde otra perspectiva, me permití reflexionar sobre lo que podría estar pensando Beth. Probablemente, creía que había perdido la cabeza porque intenté besarla. Seguramente, al día siguiente me pediría explicaciones que no podría responder, ya que ni yo mismo comprendía mis emociones.
Solté un suspiro hondo una vez que apoyé mi cabeza sobre la almohada de mi cama y fijé mi mirada en el techo. Fue allí, sumido en la oscuridad de mi habitación, que me pregunté qué podría opinar Beth al respecto. ¿Sería posible que también sintiera algo? ¿Estaría confusa, desorientada, dudosa, perpleja?
Esas incógnitas dieron vueltas en mi mente y no se esfumaron, a pesar de que me esforcé por hacerlas desaparecer. Al caer la noche, me mantuve pensativo y estuve despierto gran parte de la madrugada mientras intentaba darle un significado a mis sentimientos encontrados. Finalmente, llegué a la conclusión de que la adoraba y la quería de una manera especial, y terminé descubriendo que también me atraía y me gustaba. Ya no podía seguir viéndola como mi amiga; ya no podía seguir fingiendo que no me interesaba.
Ya era tiempo de admitirlo. Elizabeth me encantaba y me volvía loco. Haberla besado aquella noche fue mi condena; si no hacía algo al respecto pronto, se volvería un tormento quererla intensamente y no poder tenerla.
Realmente, estaba empezando a preguntarme si alguna vez podría sacarla de mi sistema.
***
El sábado no tuve oportunidad de hablar con ella. En la mañana, me dediqué a limpiar mi habitación; después, salí al patio trasero para lanzar tiros libres con la intención de despejar mi mente. Más tarde, mi madre me pidió que acompañara a Alen a su entrenamiento. Fui a sacar el auto de papá de la cochera y, mientras esperaba a que ambos salieran del interior de la casa, apoyé el brazo en el lateral de la puerta y dejé reposar mi mentón contra mi palma con aire pensativo.
Cuando ellos cruzaron el porche y subieron al auto, yo encendí el motor y los llevé a través de las concurridas calles del pueblo, dirigiéndome a las canchas deportivas de la comunidad. Regresamos bastante tarde a casa y no consideré que fuera adecuado llamarla a esas horas de la noche, tal vez porque, en primer lugar, no tenía claro lo que iba a decirle.
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Incondicionales
Teen FictionAsher es un joven con muchos sueños y metas en la vida, cada uno de sus objetivos tiene un propósito a seguir: convertirse en un jugador estrella del fútbol americano. Su mejor amiga, Elizabeth, es una gran soñadora. Ella sueña que las canciones que...