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BETH

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BETH

Al regresar a casa, antes de bajar del auto, me despedí de Asher dándole un fugaz beso en la mejilla. A Max, que venía sentado en la parte trasera del coche, le ofrecí una sonrisa dulce antes de decirle que nos veríamos luego.

Mientras me acercaba al porche tuve tiempo para pensar en lo que sucedió en el karaoke. Por un momento, durante un insignificante microsegundo, creí que entre Asher y yo había surgido algo especial, pero solamente era mi mente dándome falsas esperanzas, porque apenas apareció una rubia guapa delante de él y ya no pudo apartar sus ojos de ella.

Debía darme cuenta de que a él le gustaban las rubias y que yo nunca podría encajar en el estereotipo de chica hermosa y popular en el que Asher se interesaría. Solo era su amiga, nada más.

Al cruzar la entrada y cerrar la puerta, me recargué en la superficie de madera que tenía a mis espaldas y tomé una exhalación profunda con el fin de tranquilizarme.

A través de la puerta escuché el sonido del motor encendiéndose y el ruido de las llantas en movimiento. El auto ya se estaba alejando y mis esperanzas estaban quebrándose. Finalmente, cuando ya no hubo ruido en el exterior, sentí que sucumbían mis sentimientos, pero, armándome de valor, no me dejé dominar por ellos.

Al mirar el reloj en mi muñeca, comprobé que Asher no bromeaba cuando dijo que aún era temprano. Sin embargo, honestamente, ya no quise quedarme más tiempo en el karaoke porque no estaba lista para verlo sonriéndole a otra. No quise darle explicaciones y no dije nada en todo el camino de regreso, porque si abría la boca, iba a soltar lo que llevaba tiempo ocultándole y terminaría diciéndole todo lo que sentía por él, rompiendo nuestra amistad para siempre.

Subí los escalones y me metí en mi habitación. Procedí a quitarme el abrigo y a cambiarme de ropa por una pijama más cómodo. Fui a cepillarme los dientes y, al salir del baño, dirigí mis pasos hacia la cama. Tiré del edredón floreado y abrí un hueco para acostarme en la orilla.

Ya no quería pensar más, por esa razón, al recostar mi cabeza sobre la almohada, caí rendida en un sueño que jamás se cumpliría. En ese sueño, yo salía del colegio y Asher me esperaba en la entrada sosteniendo un ramo de rosas blancas. Al verlo, corría hacia él para abrazarlo, y al separarnos, nuestros rostros quedaban a escasa distancia, una distancia que él rompía al juntar sus labios con los míos.

De haber sido posible, me habría quedado en ese sueño para siempre, pero lamentablemente no se podía vivir de los sueños.

...

El despertar de aquel caluroso domingo vino acompañado de los rayos del sol atravesando las suaves ondas de mis cortinas, iluminando mi habitación en todo su esplendor. Lo primero que hice al despertar fue alejarme de la calidez de mis cobijas para tender mi cama. Después, tomé algo de ropa y me metí a la ducha; diez minutos más tarde, salí de mi cuarto con el pelo húmedo y hecho un desastre.

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