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BETH

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BETH

Ese día salí de la academia con el peor de los humores. Estaba molesta con el estúpido de Reagan, disgustada con Mel por haberme convencido de provocar a Asher, enfadada con Asher por haberme gritado y fastidiada por culpa de la descarada de Piper. Ni siquiera me ayudó escuchar mis canciones favoritas de camino a casa en el autobús.

Me había prometido que nada arruinaría mi reunión con Alan, pero justamente ese día todos me habían provocado la irritación más grande y un dolor de cabeza insoportable.

Al llegar a casa, descubrí que no había nadie. Mi madre había salido a una reunión de trabajo, papá no llegaría hasta la noche y mi hermana había avisado que se pasaría por la casa de una amiga y que llegaría más tarde. Alan y yo estaríamos a solas en mi casa y no sabía cómo sentirme; eran muchas emociones mezcladas en mi interior.

Me estabas poniendo nerviosa porque hablar con él en un lugar público no sería lo mismo que encontrarnos a solas. Él llegaría en menos de una hora.

No perdí más tiempo y subí a mi habitación a alistarme. Elegí ponerme una blusa azul de mangas largas, una falda negra, medias oscuras y unas botas de terciopelo de color azul rey. Después de cambiarme, me paré delante del espejo de mi tocador, me pasé la mano por el pelo para alisarlo, ya que pensaba dejarlo suelto. Me puse delineador en los ojos, rimel en las pestañas, rubor en las mejillas y me apliqué un poco de brillo en los labios. Ya estaba lista.

Al mirar la hora en el reloj que colgaba de la pared, vi que faltaban escasos minutos para que Alan llegara. Bajé las escaleras, apresurada y, al llegar abajo, fui a inspeccionar que todo estuviera impecable en la sala de estar.

Mientras esperaba a que sonara el timbre, me di cuenta de que había olvidado bajar mi guitarra y mi libreta de canciones, así que me dispuse a subir a mi habitación de nuevo. Sin embargo, al pasar junto al vestíbulo, escuché los pasos de alguien aproximándose a la entrada.

La emoción me invadió inmediatamente. Estuve segura de que Alan acababa de llegar. Por esa razón, cuando me acerqué a la entrada, no se me ocurrió mirar por la mirilla y simplemente abrí la puerta.

Mi cuerpo se paralizó al verlo plantado delante de la puerta de mi casa. Para mi gran sorpresa, quien estaba allí a punto de tocar el timbre era Asher, no Alan. Su aparición me tomó desprevenida.

No me pasó desapercibido el detalle de que estaba vestido con pantalones de mezclilla y un suéter negro con el cierre a la mitad del pecho, dejando al descubierto la playera negra que llevaba debajo. Decir que estaba guapo se quedaba corto, porque con ese look, combinando cada prenda de color negro, lo veía como el joven más sensacional y encantador de toda la tierra.

No me habría molestado verlo en cualquier otro momento, pero en ese instante, mientras esperaba la llegada de alguien más, solamente pude desear que se fuera pronto.

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