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BETH

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BETH

La tercera clase del día era Literatura. Para abordar el tema, el profesor nos pidió ir a la biblioteca a investigar en las enciclopedias sobre la historia de la escritura a partir de los años 1900, motivo por el cual estábamos todos los alumnos del grupo dispersos en las mesas de la biblioteca, rodeados de montones de libros.

Mientras Mel y yo realizábamos el trabajo escrito, le conté que me había cruzado con Reagan en el patio y le hablé de las tonterías que dijo el muy idiota. Ella estuvo de acuerdo conmigo cuando le conté lo que hice y me sugirió que la próxima lo amenazara con decirle a Asher que me estaba molestando porque, según ella, el capitán del equipo de baloncesto le temía al gran quaterback del equipo de fútbol americano. Yo no me lo creí porque la última vez que se encontraron cara a cara, ambos se trataron con la misma rivalidad, pero no dije nada al respecto.

Continuamos hablando e intercambiando ideas acerca de nuestro trabajo cuando, de pronto, Mel se quedó callada y clavó sus ojos en algo que estaba fuera de mi campo de visión, ya que miraba por encima de mi hombro.

—¿Mel? ¿Me pasas ese libro? —le pedí, pero no me escuchó porque estaba muy concentrada observando algo.

La curiosidad pudo conmigo; me volví para seguir su mirada y me di cuenta de que Asher acababa de aparecer, y, por supuesto, iba acompañado de su gran amigo Max.

Max le indicó que podían acomodar sus libros sobre una mesa libre, y eso hicieron. Max se sentó en un lugar de espaldas a nosotras, pero Asher no; él se instaló delante de Max, es decir, mirando en nuestra dirección, pero hasta el momento no había notado que estábamos allí.

Vi que sacó un cuaderno de su mochila y tomó un lapicero de la mesa para comenzar a escribir en una hoja en blanco.

De manera inesperada, su atención se dirigió hacia nosotras, como si sintiera mis ojos puestos en él. Fue como ver en cámara lenta cómo levantaba la cabeza para mirarme con sus hermosos ojos azules y sonreírme. Me quedé congelada y mi mano dejó de moverse sobre la hoja de mi cuaderno, porque mi cabeza no podía prestar atención a nada que no fuera ese magnífico chico que, con una sonrisa, me hacía olvidar al mundo entero.

—¿Qué pasaría si te propongo que hagamos algo para comprobar cuánto le interesas a Asher?

Al escuchar la voz de Mel a mi lado, mi atención regresó a ella. Mi confusión era mucho mayor que nunca.

—¿De qué hablas? —cuestioné con el semblante serio.

—¿Cuánto apuestas a que no tardará en reaccionar apenas mencionemos tu encuentro con Alan?

Fruncí los labios al entender por qué camino iban sus palabras.

—Ya no somos niñas para comportarnos de esa manera, Mel. Además, ya sabes lo que pienso, es mejor que él no se entere de nada.

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