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BETH

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BETH

Todos mis conocidos sabían que asistir a fiestas no era para mí. Simplemente, detestaba estar rodeada de chicos alcoholizados que pensaban que al soltar alguna frase insolente te conquistarían a la primera; afortunadamente, eso no funcionaba con las chicas como yo. Además, este no era el único motivo por el que no me consideraba un espíritu libre al que le encantaran las fiestas juveniles; también estaba ese intenso descontento que sentía al ver a Asher ligando con desconocidas, porque todos sabemos que en una fiesta se conoce gente, y a Asher, en particular, le llovían infinidad de chicas que rondaban a su alrededor cada vez que hacía su aparición en alguna fiesta.

Alejé ese ideal de mi mente en el momento en que Melissa y yo bajamos del taxi que nos había llevado a la zona residencial donde vivía Max. Sus padres eran contadores y su gran desempeño laboral les permitía tener el capital suficiente para vivir en una de las áreas más impresionantes y costosas de las afueras de San Francisco.

En lo general, a mí no me impresionaban los lugares lujosos y elegantes, y a Melissa tampoco, pero al poner un pie dentro de la residencia de cuatro pisos de la familia Jackson, casi nos desmayamos al contemplar la asombrosa fachada de la mansión, a la que se sumaba el esplendor del maravilloso jardín: su césped verde bosque, los arbustos repletos de flores y las fuentes de concreto que había a cada lado de la amplia escalera que conducía a la puerta de entrada, que en ese momento se encontraba totalmente abierta.

A la distancia se podía escuchar el ruido de la música y el lejano bullicio de voces, gritos y aplausos que venían desde dentro. Mel y yo nos miramos la una a la otra; en su expresión veía clara la emoción y el entusiasmo que estaba experimentado mientras nos acercábamos cada vez más a la amplia entrada.

Íbamos a mitad de camino de los escalones cuando vimos salir a varios chicos y chicas tambaleándose y riéndose. Varios de los muchachos se fijaron en nosotras y nos invitaron a pasar, no sin antes dirigirnos miradas indiscretas, recorriendo nuestros cuerpos con detenimiento. Me sentí asqueada solo de pensar en lo que podía estar pasando por sus retorcidas mentes.

Afortunadamente, vi aparecer tras ellos al único chico que deseaba ver. Asher, ahí estaba él, y se veía tan guapo que me costaba respirar tan solo de mirarlo.

Llevaba una cazadora deportiva negra con la insignia del equipo de la academia y una camisa negra que se ajustaba a su escultural pecho, con los botones superiores desabotonados. También se había puesto unos jeans oscuros que le quedaban sensacionales.

Mel y yo seguimos subiendo los últimos tres escalones de la entrada mientras él se acercaba y nos saludaba con una reluciente sonrisa. Logró ponerme nerviosa y casi me hizo perder la capacidad para caminar.

—Las estaba esperando, chicas hermosas —exclamó en cuando nos encontramos al pie de las escaleras.

Su elogio me hizo ruborizar; agradecí que las luces a ambos lados de la barandilla estuvieran tres metros más arriba de nosotros, porque la escasa iluminación no le permitiría notarlo.

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