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ASHER

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ASHER

La tomé desprevenida cuando la guíe a través del pasillo y nos metimos a pasos torpes en el cuarto que estaba envuelto en la penumbra de la noche.

—Beth, de verdad intenté superarte y no pude hacerlo —repuse, atrayéndola hacia mí en cuanto estuvimos solos.

Sin ser capaz de controlar mis propios actos, incliné la cabeza sobre la suya hasta que algunas tiras de mi pelo le rozaron la frente.

—Dame una razón para olvidarte, para sacarte de mí.

El susurro de mi voz le provocó un estremecimiento en el cuerpo. Ella contuvo el aliento y respondió a mi mirada con un reflejo de tristeza en las pupilas.

—Estoy con Tyler, Asher —susurró mientras me tocaba la mejilla.

Antes de que pudiera apartar la mano se la agarré entre las mías y la guíe hacia mi boca para besar sus nudillos.

Me tenía loco, loco de amor, de absoluto aprecio y de algo más, algo que no podía explicar en palabras.

Sin pararme a pensar en lo que estaba a punto de hacer, me acerqué a ella y la envolví en un afectuoso abrazo. Mis manos en sus caderas la acercaron cuando intentó apartarse.

—Estás con él, pero me amas a mí —murmuré con la voz afectada por las emociones.

Ella rozó mi hombro con la punta de los dedos y murmuró algo ininteligible.

Le levanté el mentón para que me mirase a los ojos y en los suyos vi todos esos sentimientos que creí que habían desaparecido hace tiempo.

—No sabemos amarnos sin hacernos daño.

Su mano libre subió para acariciar mi mandíbula,
Ella se acercó más y me sujetó de la barbilla. Sus delicados dedos acariciaron mi piel, a continuación sonrió, se paró de puntillas y me besó. Solo fue un toque fugaz con sus labios, varios segundos después se apartó y susurró:

—Pero eso no me impide quererte como lo hago.

Su cuerpo se pegó más a mí y con suavidad presionó su boca contra la mía. Esta vez me ofreció el beso más dulce que me habría podido imaginar: el contacto fue sumamente suave y tierno. Sentí decepción cuando su boca de repente abandonó la mía.

—Bésame dulcemente, una última vez antes de que te vayas y dejemos de vernos —expresó sobre mis labios y no hizo falta que dijera nada más.

Me incliné y la besé con dulzura, un frágil roce de sus labios sobre los míos y enloquecí de amor por ella.

Retrocedimos a ciegas, sin darnos cuenta terminamos cayéndonos de espaldas en un extremo de la cama. Nos reímos y volvimos a comernos a besos. Yo tiré de ella hasta mi regazo, ella se quejó y trató de echarse hacia atrás, pero no se lo permití.

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