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ASHER

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ASHER

¿Qué demonios sucedía conmigo?

Aquella pregunta no dejaba de darme vueltas en la cabeza. Todo el día me había sentido extraño y, por más que me esforzara, no pude concentrarme en las clases.

Durante el receso, fui con Max al comedor y nos encontramos a Beth y a Mel ocupando una de las mesas. Mi amigo Max fue quien sugirió que nos acercáramos a saludarlas. Acepté su sugerencia pensando que era una buena idea, pero no me pareció que fuera la mejor de las decisiones cuando mi mirada coincidió con la de Beth. Inevitablemente, recordé los besos que nos dimos en la madrugada, algo que ella seguramente ya no recordaba.

Todo mi cuerpo se puso tenso y en mi mente se encendió una alarma de CONTROL. Borré de inmediato esas imágenes de mi cabeza y fingí que todo estaba bien, aunque mis pensamientos me decían que no era así.

Al principio, no tuve que decir nada porque Max y Mel comenzaron a discutir por la misma razón de siempre; no se llevaban nada bien. Continuamente, cuando ellos se fueron, me quedé solo con Beth y conversamos durante varios minutos, momento en el que sentí que debía soltar toda la verdad y confesarle que la anterior noche, ella —claramente borracha— me había besado. Sin embargo, cuando estaba a punto de decirlo, mi mirada se desvió y mis ojos se cruzaron con el maldito de Reagan, quien nos observaba algunas mesas más allá.

Al verlo, me sentí enfado y molesto; todo mi cuerpo experimentó una tensión severa y mis facciones se contrajeron de rabia al notar que el muy imbécil sonreía en nuestra dirección con burla y malicia. Recordé haberlo visto muy cerca de Beth y rememoré el instante exacto en el que ella se fue con él. La sangre me hirvió en las venas.

Fue entonces cuando llegó un mensaje a mi celular y perdí la oportunidad de hablarlo. Liliana me escribió si podíamos vernos y yo, sentado allí frente a Beth con el teléfono en la mano, como un completo idiota, le respondí que sí, a pesar de que no tenía el más mínimo interés en verla.

Luego, Beth comenzó a hacerme preguntas sobre Liliana y, de alguna manera, terminamos hablando de mi anterior novia —Belinda, la traidora—. Le comenté que sinceramente no creía poder enamorarme de Lina ni de ninguna otra chica en un largo periodo de tiempo, ella me preguntó por qué y yo le expliqué mis razones. Admití que mi ruptura con Belinda me había dejado muy afectado y dolido. Sin embargo, ella terminó sorprendiéndome con sus palabras; me dijo que deseaba que fuera feliz con alguien más y me animó a no rendirme, asegurándome que encontraría a la indicada para abrirle mi corazón. En ese momento quise abrazarla por ser tan comprensiva, por animarme a superar mi pasada relación, porque yo sabía, mejor que nadie, que a Beth nunca le había terminado de agradar Belinda.

Me pasaron por la mente las palabras de Belinda culpando a Beth de nuestra ruptura y luego recordé a Piper diciendo algo parecido, acusando a Beth de robarse toda mi atención. Entonces admití para mí mismo que tenían algo de razón, porque a pesar de salir con ellas, nunca dejaba de pensar en Beth, me preocupaba por ella, quería pasar tiempo con ella y no quería dejar de verla ni un solo día.

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