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BETH

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BETH

Me encontraba con Melissa, Max y Tyler en la biblioteca de la academia. Llevábamos un gran rato redactando un trabajo escrito de la clase de literatura. Max, por supuesto, no iba a nuestra clase, pero estaba encantado de ayudar a Melissa con su trabajo. Llevaban conviviendo un par de semanas y ya no se llevaban tan mal, y podría jurar que así como a Max le gustaba ella, a Mel también le atraía ese chico estúpido que tanto criticaba, pero que de alguna manera también le fascinaba.

—Bueno, chicos —habló Tyler a mi lado—. No quisiera dejarlos, pero tengo que llegar a casa porque prometí ayudar a mi madre a recoger la casa.

—¿Van a celebrar algo? —cuestionó Max desde el otro lado. Estaba apoyado en uno de los libreros más amplios y tenía los brazos cruzados sobre el pecho. Se cargaba ese aspecto pensativo e interesante que podía enloquecer y cautivar a cualquier chica que le viera, sobre todo a Mel, que no le quitaba la mirada de encima mientras el chico miraba en nuestra dirección.

—Tendremos visitas está noche, según entendí hoy irán a casa un grupo de personas que podrían invertir en el negocio de mi padre, mi madre quiere que todo salga bien, por eso me he ofrecido a ayudar.

—¿No es un verdadero encanto? —comenté con la expresión iluminada de orgullo.

—Lo es —aseguró Mel con el rostro deslumbrante de alegría.

Max nos miró a ambos con el entrecejo fruncido y terminó rodando los ojos con desinterés. Me daba cuenta de que Tyler no terminaba de agradarle, probablemente porque Asher seguía siendo su mejor amigo, pero dejando de lado el hecho de que entre nosotros las cosas estaban arruinadas, la verdad era difícil que Tyler pudiera caerle bien.

—¿Ustedes dos tienen algo o por qué se miran así? —nos preguntó Max en tono casual.

—Tenías que salir con tus comentarios sin sentido —Mel sacudió la cabeza y lo miró con desaprobación.

Yo sonreí al verlos dirigiéndose caras y muecas graciosas.

—Ya lo ves, bella Eli, a los ojos de los demás tenemos química —Tyler me guiñó un ojo y al incorporarse me depositó un beso en la coronilla.

Vi que tomó su chaqueta del respaldo de la silla libre que había junto a la mía. Elevé mi mirada y me mordí el interior de la mejilla.

—Somos buenos amigos —le dije.

No me esperaba que inclinara su cuerpo detrás del mío y acercara su boca a mi oído.

—Por el momento estoy bien con tu amistad, pero yo aspiro a algo más serio contigo —susurró solo para mí. Le sonreí.

Le vi erguirse y darse la vuelta. Ya se iba cuando le grité:

—Eres un cursi.

Él se rio y se volvió de nuevo hacia mí para observarme con el semblante alegre.

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