BETH
La semana se había pasado en un lapso demasiado corto. Recordaba perfectamente la mañana del lunes, cuando Asher corrió hacia mí en el pasillo de la academia. También guardaba el recuerdo de los dos juntos cantando una de mis canciones esa misma noche; eran imágenes fugaces de cada instante que hasta el momento habíamos compartido juntos.
Nos vimos cada día de la semana y en cada uno de esos encuentros había experimentado una emoción inexplicable que crecía dentro de mí. Solamente estando con él me sentía de esa manera tan especial.
Consideraba que el último día de la semana era el más especial de todos porque aquella misma noche del viernes, Asher y yo nos juntaríamos en mi casa para ver juntos un maratón de películas. Cada viernes de cada semana del mes, él venía a mi casa o yo iba a la suya, aquella era una costumbre que habíamos seguido desde que apenas éramos unos niños y no habíamos fallado ni una sola vez, a excepción de las fechas vacacionales.
Mi madre solía cuestionarse esa extraña costumbre. En ocasiones, me preguntaba si Asher y yo éramos algo más que amigos, porque notaba que pasábamos mucho tiempo juntos fuera del colegio. Pero yo siempre le respondía que no existía nada más allá de la asombrosa amistad que nos unía. Ella decía creerme; incluso papá decía creerme. Sin embargo, Cassandra, mi hermana menor, era la única de la familia que parecía darse cuenta de que yo estaba desesperada por convertirme en la chica de Asher.
Ya había perdido la cuenta de todas las veces que Cassy me había sugerido o insinuado que le hiciera ver a Asher lo que sentía por él. Claro que yo siempre me esforzaba en aparentar que ella estaba equivocada y le decía que yo no me moría por estar con él. Hiciera lo que hiciera o dijera lo que dijera, Cassy jamás me daba la razón y aguardaba el momento justo para echarme en cara que debía hacer algo al respecto o terminaría viendo al amor de mi vida entre las garras de otra chica.
En ese preciso instante, era ella la que me acompañaba en la cocina. Me había descubierto en la cocina preparando unas galletas horneadas, así que se quedó a acompañarme y tomó asiento junto a la barra, en espera de las galletas de chocolate que tanto le gustaban.
Cassy y yo éramos muy diferentes, y no lo digo solamente por el aspecto físico, sino porque nuestra personalidad era tan opuesta como el polo norte y el sur. Ella solía comportarse de una manera extravagante y despreocupada; nunca ocultaba sus sentimientos ni sus pensamientos, se expresaba libremente y no tenía miedo de mostrarse tal y como era delante de quien fuera. Eso era algo que a mí me costaba mucho. Yo era simple y sencilla, me guardaba mis opiniones y reservaba lo que sentía solo para mí misma.
Yo era mayor que Cassy; le llevaba un año y medio de diferencia, pero, comparándonos a las dos, por su aspecto uno podía decir que ella me superaba de edad: su vestimenta colorida, su manera llamativa de maquillarse y de teñirse el pelo de distintos colores, aunque nuestra madre solo le permitía teñirse las puntas. Ese factor también le propiciaba un aspecto de chica grande. Además, Cassy tenía el cuerpo que cualquier chica de su edad envidiaría. En comparación a ella, yo me veía demasiado fachosa y delgada.
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Incondicionales
Teen FictionAsher es un joven con muchos sueños y metas en la vida, cada uno de sus objetivos tiene un propósito a seguir: convertirse en un jugador estrella del fútbol americano. Su mejor amiga, Elizabeth, es una gran soñadora. Ella sueña que las canciones que...