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ASHER

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ASHER

El sábado me levanté temprano y bajé a desayunar. Al adentrarme en la cocina, encontré a mi madre parada delante de la estufa; al parecer, estaba cociendo unos huevos fritos para mi hermano pequeño, ya que a Alen le encantaban y decía que eran su comida favorita.

—Buen día, ma —exclamé.

Mi estado de ánimo mejoró al verla tan alegre y sonriente. Me acerqué y le di un beso afectuoso en la mejilla antes de mirar sobre su hombro para averiguar qué estaba cocinando.

—¿Huevos revueltos?

—Así es, mis maravillosos hijos se merecen un desayuno exquisito —mencionó con voz dulce.

—Nunca me cansaré de decir que eres la mamá más grandiosa en el mundo —dije con una amplia sonrisa.

—Y yo tengo al hijo más halagador de todos —me ofreció una cálida sonrisa.

Me reí ligeramente y fui a sentarme en uno de los bancos que había junto a la encimera. Al acomodarme en el sitio, encorvé la espalda y apoyé los antebrazos en la superficie.

Comencé a golpetear el mármol con mis dedos y me mordí el labio inferior en gesto pensativo.

—¿Y bien? ¿Cómo ha ido el colegio estas semanas?

Su cuestionamiento me sacó de la bruma de pensamientos en la que me había sumergido.

Rápidamente, sacudí la cabeza para alejar de mi mente todo lo que había ocurrido la noche anterior entre Beth y yo.

—En la academia me va estupendo, mis notas son buenas, lo he pasado genial, a excepción de que esta última semana los entrenamientos me han dejado realmente agotado.

Me eché hacia adelante y recargué la frente sobre la superficie de la barra, dramatizando que no podía más con el cansancio.

—Confío en que podrás con esto y con mucho más, cariño. Después de todo, ese es tu sueño, ¿no? Convertirte en un deportista profesional y reconocido. He de decirte que para conseguirlo tienes que poner mucho de tu parte y nunca darte por vencido.

—Jamás renunciaría a lo que tanto me apasiona —aseguré, levantando la cabeza y mirándola a través de los cabellos que recaían sobre mi frente, en total desorden.

—Yo sé que no. Si ya has llegado al puesto del capitán, no dudo que te superarás a ti mismo y lo conseguirás —expresó mi madre con mucho ánimo.

A los pocos segundos, colocó el plato del desayuno sobre la barra.

—Pero todo gran deportista debe nutrirse con alimentos ricos en vitaminas, así que aquí tienes —me dedicó una sonrisa suave y delicada.

—Gracias, eres lo máximo.

Sonreí y tomé los cubiertos que había colocado sobre la mesa. Acababa de dar el primer bocado del desayuno cuando mi mamá se volvió hacia mí y me dijo:

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