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ASHER

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ASHER

Recibí el mensaje de Piper el martes en la clase de Historia. En él decía que quería verme en el pasillo central del segundo piso a la hora del receso. Mi respuesta fue un simple: "Allí te veo".

El día anterior había tenido tiempo de reflexionar, así que cada palabra que pensaba decirle la había meditado detenidamente. No tenía dudas de que haría lo correcto y de que no me arrepentiría de hablarle con la verdad.

Cuando iba de camino al lugar donde nos encontraríamos, me pasaron por la mente las palabras de Beth y la absoluta sinceridad con la que expresó que, si no quería convertirme en un idiota, debía ser honesto conmigo mismo y preguntarme qué es lo que esperaba de mi relación con Piper. Me hizo bien responder esa incógnita, porque ahora ya sabía lo que quería y había tomado una decisión irrevocable.

Mientras subía las escaleras y veía pasar a mi lado al alumnado, me di cuenta de que, a pesar de ser tantos, de ver tantos rostros y recibir tantas miradas, ninguna de esas personas se comparaba con mi amiga Beth, porque ella era dulce, alegre, divertida, risueña y honesta: la única que me daba ese tipo de consejos que me hacían preguntarme qué demonios estaba haciendo con mi vida. Llegué a la conclusión de que no quería seguir así.

Gracias a ella, me di cuenta de que lo que yo realmente quería y necesitaba era estar con alguien que estuviera dispuesta a aceptarme y amarme, pero que su interés por mí no resultara ser igual al afecto simulado y manipulador que Belinda juró tenerme el otoño anterior.

Me detuve al haber cruzado ya la mitad del extenso pasillo y di un par de pasos hacia la orilla para apoyar los antebrazos en la barandilla de metal que se sostenía de dos grandes columnas a cada lado. Fijé la mirada en el panorama arbolado que se divisaba más allá de las calles y los claros más próximos al pueblo de Carmel.

Repentinamente, oí los pasos lejanos de alguien que se estaba acercando. Decenas de estudiantes cruzaban ese mismo pasillo; los veía pasar a mis espaldas, pero tenía el presentimiento de que esa persona iba directo a mí.

En el momento en que se detuvo a un metro de distancia no quise voltear, porque supe que se trataba de ella.

—Así que querías verme —mencioné, comportándome de manera distante.

—No debería sorprenderte que sea yo la que deba pedirte que nos veamos, porque al parecer este es el único horario en el que estás disponible para hablar —musitó ella con irritación. Sentía sus ojos fulminándome severamente—. Estos días debiste estar muuuy ocupado, tanto que no tuviste tiempo para escribirme un insignificante mensaje, pero puedes estar tranquilo, ya me doy cuenta de qué lugar ocupo en tu día a día.

Me volví lentamente, con el entrecejo fruncido. Tras aquello que había dicho, ahora era yo quien la miraba fijamente y la escrutaba sin contemplaciones.

—¿Qué tratas de decir, Piper?

—Digo que no tienes ni un mísero segundo para mí, pero tienes todo el jodido fin de semana para salir y juntarte con tu amiguita Elizabeth. ¿Acaso pensaste que no me iba a enterar de que has estado desaparecido en las sombras porque estabas muy ocupado dándole toda tu atención a esa idiota?

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