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ASHER

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ASHER

El fin de semana ya había pasado; era lunes y todavía había algo que no podía terminar de comprender. Aquella tarde, en mi habitación, en el momento en que Beth se me acercó mi cuerpo experimentó una extraña sensación de déjà vu.

Al tenerla allí, a tan poca distancia, mis pensamientos ya no estuvieron claros. Empecé a respirar superficialmente porque el aire que nos rodeaba ya no me era suficiente.

La miré fijamente a los ojos y, de una manera inexplicable, los destellos de miel que rodeaban sus pupilas me capturaron. Al poco tiempo, me perdí en su cálido mirar. Sentí que algo me estaba sucediendo y tuve que alejarme, porque mi cuerpo y mi mente no podían reaccionar de esa manera con ella, no con mi mejor amiga.

Pasé las primeras horas de clase con los pensamientos revueltos. Tenía la constante inquietud de que algo en mi interior se removía cada vez que cruzaba miradas con Beth. Por ese motivo, tuve que actuar en contra de esas sensaciones involuntarias. Estaba seguro de que se me pasaría con el paso del tiempo.

Ese día, al entrar a la academia, sucedió lo que Beth había predicho: todas las miradas de las chicas se vieron atraídas hacia mí después de que notaron la nueva tonalidad de mi cabello. Al pasar, las oía murmurar; algunas de ellas se atrevían a hacerme algún cumplido cargado de sonrisas indiscretas y proposiciones muy insinuantes. Me negué de forma educada y fui amable incluso con algunas jóvenes con las que recordaba haber tenido algo en el pasado.

Cuando llegó la hora del medio día, fui a la cafetería, tomé asiento en una mesa desocupada y deposité mis alimentos sobre ella. Aguardé pacientemente a que alguno de mis amigos apareciera, pero daba la impresión de que no tenían intención de hacerlo.

Dereck y Frederik se habían pintado el cabello, naturalmente rubio, de un tono cobrizo, razón por la cual me habían comentado que no se aparecerían por la cafetería; aparentemente, les daba demasiada vergüenza el resultado de su cambio de aspecto. Mi amigo Max fue más inteligente que todos y solo se puso un tinte temporal en las puntas. Dado que nadie perdió la apuesta, todos nos dividimos el dinero y no hubo desacuerdos.

En ese momento, un grupo de chicas pasó junto a mi mesa y al verlas acercarse, les dediqué una de mis sonrisas más encantadoras y seductoras. Ellas se emocionaron en conjunto y todas me lanzaron miradas depredadoras. Les sonreí mientras le prestaba atención a una chica que llevaba el pelo rubio corto, por encima de los hombros: ella era de estatura media, tenía unos ojos verdosos y la piel bronceada; llevaba puesta una falda corta y una camisa blanca que trasparentaba lo que llevaba debajo. Definitivamente, el encaje que cubría su pecho era provocador.

Desvié mi intención cuando las puertas de la cafetería se abrieron y vi aparecer tras ellas a Beth y a Melissa. Las dos se reían de algo que Mel le había mostrado a Beth y estaban tan entretenidas que, hasta el momento, ninguna había notado que me encontraba a unos cuantos metros.

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