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BETH

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BETH

Habría querido que los días se pasaran más lentos; quise ralentizar los minutos y las horas para así evitar la llegada de ese día. Faltaban escasas horas para que tuviera lugar el baile de invierno de la academia en el asombroso salón de eventos "Palace Magic", el lugar más exclusivo y elegante de toda la zona.

Desde el medio día, me había convertido en un manojo de nervios: me sentía ansiosa, impaciente y agitada. Estaba completamente dominada por la intranquilidad.

Treinta minutos atrás, Asher me había llamado y dijo que pasaría por mí para irnos juntos, ya que Alan, mi acompañante, me había llamado en la mañana para informarme que tendría que acompañar a su madre a una cita médica. Dijo que irían a un hospital de la ciudad, motivo por el cual se encontraría muy lejos y no llegaría a tiempo para pasar por mí. A pesar de que me sentí desilusionada, quise ser comprensiva y le dije que lo entendía. Así que, finalmente, quedamos en vernos en el salón de baile a las ocho en punto.

Me encontraba sentada en el sofá. Me mordía el interior del labio ansiosamente, tenía las manos entrelazadas sobre mi regazo y sentía que todo mi cuerpo temblaba ante la expectativa de lo que podría pasar esa noche. Sumándole a eso el malestar insoportable que me producía estar vestida de esa manera que consideraba errónea. Indudablemente, no era yo; no me sentía como yo misma. Esa chica que se había mirado en el espejo de su habitación no era la Elizabeth auténtica.

Había dejado atrás a la chica que nunca se preocupaba por la opinión de los demás y me había convertido en la versión opuesta de todo lo que era: llevaba el cabello recogido en una media coleta, con ondas que caían sobre mis hombros; estaba usando aretes llamativos, un collar de perlas y uno de esos accesorios que recogen el pelo. Me había puesto un vestido rojo que me quedaba demasiado corto para mi gusto (porque efectivamente no era mío y le pertenecía a mi hermana Cassy), y llevaba zapatillas de plataforma y, como elemento final, había permitido que mi hermana y mi madre me maquillaran. Por todos esos detalles, en ese preciso instante estaba irreconocible.

Toda yo era la representación de una transformación en la que no podía encajar. No me abandonaba la idea de que lo que llevaba puesto no era más que un disfraz para ocultar a la desastrosa e insignificante chica que era en realidad. La sensación de incomodidad se había arraigado en mi sistema y no parecía querer abandonarme.

Aunque no estaba conforme con mi aspecto, me sentía increíblemente bonita esa noche. Tal vez la gente no mentía cuando decía que todo lo imperfecto puede volverse perfecto cuando llevas el atuendo y el maquillaje ideales.

No dejaba de pensar en Asher, en cómo reaccionaría al verme tan elegantemente vestida y arreglada. Probablemente lo asombraría, pero solo su novia conseguiría su total admiración y adoración, de eso no tenía duda. Ella era una chica bellísima; se veía sensacional al natural sin necesidad de ponerse vestidos llamativos ni productos cosméticos en su rostro angelical.

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