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BETH

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BETH

—¡Ya hemos llegado! —anunció con entusiasmo la voz insoportable de Liliana—. Estoy muy emocionada.

Recientemente, Asher había aparcado el auto en una plaza libre del aparcamiento. Los tres bajamos del automóvil apenas este se detuvo. Estaba cerrando la puerta del auto cuando la voz profunda de Asher llegó a mis oídos.

—Finalmente, estamos aquí —expresó él mientras soltaba un suspiro pausado.

—Nos espera una noche larga. No hay tiempo que perder, no nos quedemos aquí, vayamos adentro a divertirnos —gritó Liliana. Su exclamación fue eufórica.

No me atreví a voltear porque sabía que estaban compartiendo una de esas miradas intensas, típicas de parejas. Lamentablemente, mi capacidad de audición me jugó en contra y fue inevitable que llegara a mis oídos la risa relajada de Asher.

—Tranquilízate un poco, cariño —le pidió con una voz extremadamente dulce. Me sentó mal oír que le hablaba de esa manera tan suave y afectuosa.

—Intentaré controlarme, pero no te aseguro nada —dijo ella con voz melosa, y Asher volvió a reírse en un tono bajo y ronco.

—Sé que no puedes ocultar lo ansiosa que estás de entrar, pero vayamos con calma, princesa.

Que la llamara “princesa” no sirvió para apaciguar el malestar punzante dentro de mi pecho. A pesar de que no quería voltear, mi cuerpo desobedeció la voz de la razón y terminé dándome la vuelta para presenciar la escena a escasos metros de distancia.

—¿Y sabes qué más no puedo ocultar? —inquirió la rubia cuando mi mirada recayó sobre ellos.

—Estoy impaciente por oírlo —le sonrió coquetamente y se mordió el labio inferior de forma seductora.

El semblante de Liliana se iluminó de alegría; sus labios se curvaron en una sonrisa juguetona. Ella ladeó un poco la cabeza para lanzarme una mirada maliciosa, como si hubiera querido decirme: «No apartes la vista y ve con tus propios ojos que él ya es mío. Asher me pertenece solo a mí».

—Bien, escúchame. A cada segundo se vuelven más insoportables estas ansias que tengo de besarte, amor —expresó con una voz ronca y provocativa.

Su comentario causó el efecto deseado en él. A Asher se le ensombrecieron los ojos y las pupilas le brillaron de lujuria y deseo. Se humedeció los labios con impaciencia y, cuando sonrió, en sus mejillas aparecieron un par de hoyuelos demoníacos.

Mi corazón se estrujó dolorosamente en el momento en que ella acortó los pasos que los separaban para rodearle el cuello con los brazos. Mirándolo directo a los ojos, ella entrelazó los dedos en su pelo y aferrándose a su nuca, lo incitó a inclinarse para atraerlo hacia su rostro.
No perdí detalle del acercamiento de sus rostros hasta que sus labios se juntaron y se fusionaron en un beso lento y apasionado. A los pocos segundos, sus bocas se separaron solo para volver a sellarse siguiendo un ritmo cada vez más sensual y desenfrenado.

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