ASHER
Elizabeth estuvo presente el día que me caí de mi bicicleta y me fracturé la rodilla, fue a mi primer partido de fútbol americano, y estuvo junto a mí el día que me nombraron jugador oficial del equipo. Estuvo allí el día que mi madre me confesó que tendría un hermano pequeño y estuvo durante esos primeros días en los que Alen llegó a nuestras vidas para terminar de consolidar nuestra familia. También estuvo en el festival en el que gané mi primer trofeo. La tuve a mi lado en todos mis cumpleaños, en mis momentos más felices y también en los más tristes de mi infancia y mi juventud.
Siempre estuvo cuando la necesité y justamente ahora pensaba que no había valorado su presencia en cada faceta de mi vida. Ella nunca me ofendió, nunca me juzgó ni recriminó mis actos, y yo, en una sola tarde, hice esas tres cosas simplemente porque me enfurecía que quisiera salir con alguien que no estaba a su altura.
No iba a mentirle a nadie ni a decir que ese tipo me agradaba, ya que, honestamente, detestaba a Reagan Rush porque era un infeliz manipulador. Seguía odiándolo y todavía pensaba que era despreciable, la peor de todas las opciones en la larga lista de chicos que pretendían salir con Beth.
Sin embargo, a pesar de cargar con mi enfado y mi furia contra el maldito de mi enemigo, no podía dejar de dar vueltas en mi cabeza al recuerdo de nosotros discutiendo, y luego volvía a visualizar a Beth con Reagan en la cancha deportiva; los veía riéndose y me sentía quebrar. Me ponía enfermo la idea de verla con él de nuevo.
La protegía excesivamente y lo sabía, pero quería controlarla porque me enloquecía pensar que ella podía enamorarse de alguien, fijarse en un chico con intenciones ocultas, encariñarse con otro que no la conociera tanto como yo lo hacía. Temía verla admirando, queriendo y amando a alguien que no valoraría su corazón y su magnífico talento. Elizabeth era una artista, una chica maravillosa que debía ser tratada de manera especial, y sabía perfectamente que ni Reagan ni nadie estaban enterados de eso, porque ninguno la apreciaría jamás como yo lo hacía.
Ese era el mayor problema: Beth creía en Reagan. Creía que era amable y atento con ella porque decía tener buenas intenciones. Para ella, yo era el malo de la historia, el villano, el único que estaba equivocado. Yo no quería estar en su contra; tan solo pretendía mantenerla a salvo, fuera de peligro y lejos de esas desilusiones amorosas amargas en las que tipos como Reagan eran expertos.
La frustración, la angustia, la carga emocional y la inmensa furia, me nublaban la cordura y se habían apoderado de mi mente.
Algunas horas atrás había llegado a casa, pero apenas entré a dejar mi mochila en la sala de estar, porque no podía permanecer quieto y pensar en la imagen dolida de mi mejor amiga pidiéndome que la dejara en paz. Necesitaba distraerme, estar en constante movimiento, mantener mi cabeza ocupada para no volver a equivocarme y cometer alguna tontería que empeorara la situación de mi amistad con Beth.
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Incondicionales
Novela JuvenilAsher es un joven con muchos sueños y metas en la vida, cada uno de sus objetivos tiene un propósito a seguir: convertirse en un jugador estrella del fútbol americano. Su mejor amiga, Elizabeth, es una gran soñadora. Ella sueña que las canciones que...