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BETH

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BETH

Me limpié las lágrimas con brusquedad. Sentía una opresión enfermiza en el pecho, esa sensación era insoportable, me intoxicaba como un poderoso veneno que quemaba la pureza del alma.

Salí a toda prisa de su casa, convencida de que no me seguiría y me dejaría marchar, pero no contaba con esa determinación suya.

—Espera, detente un segundo —me gritó desde la entrada.

Yo apresuré mis pasos, crucé la verja de su casa y di un paso hacia el asfalto liso de la calle, pero de improviso, Asher me alcanzó, antes de que pudiera atravesar la calle y escapar.

Me retuvo sujetándome del antebrazo. Cuando volví mi cabeza descubrí que estaba agitado. Su respiración era jadeante e irregular.

—No quiero que me toques, aléjate de mí —musité y le dirigí una mirada cargada de ira.

—¿De verdad no me dejarás explicarte como sucedieron las cosas? —repuso, neutral.

Me solté de su agarre con fiereza y lo perforé con la mirada. En mi interior el corazón me latía desbocado.

—Hablas de la parte en la que accediste a hablar con esa arpía o de la otra parte en la que le permitiste meterse en tu cama y caíste en sus redes —exhalé apenas sin aliento.

Asher frunció el ceño y me observó dolido.

—¿Eso es lo que crees que hice?

Yo desvié la vista porque me sentí incapaz de sostenerle la mirada.

—No le encuentro otra explicación a lo que acabo de presenciar en tu habitación —le espeté rabiosamente.

Hizo una mueca de desagrado y sacudió la cabeza.

—Liliana y yo ya no salimos, tuvimos una discusión hace unos días y terminamos... Ahora mismo no salgo con nadie, lo que sucedió entre Belinda y yo fue espontáneo, pero sinceramente, no le encuentro problema a estar con ella.

Sin poder evitarlo, solté una carcajada corta y seca.

—Eres un grandísimo mentiroso —lo miré desde mi altura con los ojos llorosos. Cada palabra la expresé con dolor y resentimiento—. Decías que la habías superado y aquí estás de nuevo arrastrándote por ella. Caíste en su juego y ni siquiera te importa estarte equivocando.

—No es que no me importe, pero todo ocurrió de manera inesperada. Ella vino a disculparse por sus actitudes, yo la dejé pasar, después de un rato terminé contándole que tú y yo ya no hablábamos —dijo despacio, con un destello apagado en sus ojos—. De repente, ella me besó y todo sucedió muy deprisa, cuando menos me di cuenta nos encontrábamos en la situación en la que tú nos viste.

Me eché hacia atrás, riéndome, y arqueé las cejas cuando dije:

—¿Y qué vi según tú?

Asher se puso serio y me miró con intensidad.

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