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Una guerra entre mafias era lo que más temía al involucrarme con el hijo del jefe de una de las más temidas, pero entre todo este alboroto lleno de balas volando por todas partes, el ruido ensordecedor de estas junto a los gritos de aquellos que corrieron con la mala suerte de ser atravesados por el plomo, la sangre fluyendo por el piso... las lágrimas y la desesperación del bando contrario era estimulante cuando lo miraba a él disfrutar de estar acabando con varios hombres.
Era un peligro, pero un peligro muy candente al verlo con ligeras gotas de sudor en su frente haciendo que algunos mechones de pelo se queden en esta, la mirada oscura en sus ojos, la mandíbula marcada de tanto apretarla y esas manos sosteniendo las armas, sus venas marcándose en ellas, era hermoso y demasiado pecador el amarlo de esa forma.
Yo estaba oculta entre la vegetación de aquella mansión con una pistola en mano por protección. No pensaba usarla, pero cuando escuché pasos cerca mío me puse alerta, y divisé dos personas dispuestas a matarme de no ser que fui más rápida y acabaron en el piso.
— El entrenamiento funcionó. — dije para mí misma.
Aquel golpe de adrenalina me recorrió y llenó de valentía, salí de mi escondite para empezar a ayudar a la familia de mi novio.
Vaya que era difícil esquivar las balas.
— ¡Haneul! ¡¿Estás loca?! ¡Vuelve donde te deje! ¡Es peligroso! — gritó Hyunseok cuando me vio entre ellos.
Un idiota quiso aprovechar esa leve distracción en él para matarlo, pero una vez más disparé antes de que sucediera la desgracia.
Hyunseok miró al hombre y me miró a mí sonriendo incrédulo y con admiración.
— De nada. — contesté altanera hasta tener la sensación de una bala rozando mi oreja.
Mi mano fue a ella con susto, alcé la mirada a quien me disparó, era una mujer que venía hacia mí al quedarse sin balas. Pero su sangre me salpicó en la cara cuando Hyunseok disparó en su cabeza.
Me aturdí con el ruido del arma y juré escuchar la intromisión del metal rompiendo su cráneo.
— ¿Estás bien? — Hyunseok llegó a mí y me tomó por la nuca sacándome del aturdimiento.
— Sí, estoy bien.
Miré a mi alrededor notando todos los cuerpos yacientes en el piso, los demás de pie se dirigían al interior de la casa grande.
— Vamos. — dijo tomándome de la mano yendo con los demás. — No faltan muchos, solo unas pocas cabezas más y ¡cuidado!
Unos hombres salieron de alguna parte para atacarnos, Hyun hirió el brazo de uno y cuando iba a disparar al otro, ya no había balas. Tiró el arma a un lado para abalanzarse hacia este hombre dejando al otro con el brazo sangrando, viniendo hacia mí.
