NAKYUM | Practice

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Al fin había terminado con mis prácticas para el siguiente comeback que tenía, no me quejaba porque esta es la vida que escogí, pero admito que muchas veces las prácticas eran duras

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Al fin había terminado con mis prácticas para el siguiente comeback que tenía, no me quejaba porque esta es la vida que escogí, pero admito que muchas veces las prácticas eran duras. Ahora mismo quería ver a mi novio que sabía también estaba practicando y mucho antes que yo, sabiendo lo sobre exigente que era, él aún seguiría practicando y lo buscaba para distraerlo e ir a comer algo.

Tal como lo pensé, encontré a Nakyum aun bailando sin parar, este solo me dio una sonrisa tierna al verme entrar y siguió con lo suyo.

— ¿No piensas darme ni un hola? Supongo que ya no me quieres. — hice una cara de tristeza.

Rio y dejó de bailar para acercarse a mi tomando mi cintura. — Lo siento, bonita. — depositó un beso sobre mis labios. — Hola, te extrañé todo el día.

— Mhm, si me extrañaste... vamos a comer algo ahora mismo.

Soltó mi cintura suavemente. — No puedo, Haneul. Aún tengo que entrenar.

Se alejó y volvió a colocarse frente a los espejos para moverse nuevamente.

— Parece que en algún momento te vas a desmayar de tanto practicar. Te ves muy cansado, Kyum.

— Así es la vida de un idol, cariño.

— Ush, claro que no. Recuerda que también soy idol y no ando sobreexigiéndome y poniendo mi salud en riesgo.

Me senté en el sofá de la sala mientras miraba como él seguía bailando, era hermoso por donde lo viera, sus expresiones, la forma en que realizaba sus movimientos y verlo disfrutar de ellos, pero no en su totalidad cuando se le veía agotado, y es que aun así él no podía dejar de bailar.

— Ay, no puede ser. Lee Nakyum, ya deja de bailar, te estás matando, dios. — hablé.

Él se detuvo y volvió su vista molesta a mí, con el ceño fruncido y la respiración a mil por hora, se acercó a regañadientes a mi lado. Se tumbó en el sofá con pesadez y con ese gracioso puchero en sus labios.

— ¿Qué? ¿Estás molesto? — no respondió, pero podía saberlo por su expresión. — Cuido de ti y tu cuerpo, y aun así quieres molestarte conmigo... — dije divertida por su actitud.

Oh, este chico sí que es terco.

— Sí que eres un niñito chiquito que hace rabietas...

— ¿Qué dijiste? — preguntó frunciendo el ceño. — Vuelve a decir eso, anda.

— No, nada, no dije nada. — respondí inocente.

— Vuelve a decirlo. — me pellizcó la panza y chillé. — Anda, dilo. Repite lo que acabas de decir de mí.

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