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Llegaba a casa después de la escuela junto con Haneul, usualmente mamá no estaba y no fue sorpresa no encontrarla ahí, así que tendríamos toda la tarde para pasarla juntos haciendo lo que sea.
—Ah... que cansada estoy, renunciaré a estudiar. —apenas habíamos entrado a mi habitación, ella inmediatamente se tiró sobre la cama lanzando su mochila hacia algún lado.
—Vivirás debajo de un puente y no creo que sobrevivas a eso.
Se quejó mientras se deslizaba por el borde hasta quedar sentada en el suelo.
—¿Tú eres mi mejor amigo o mi enemigo? Siempre me dices cosas crueles.
—Solo te hago ver la realidad cuando vuelas demasiado alto. —la molesté pellizcándole la nariz.
—¡Suéltame!
—Ya, no te molestes, pero en serio, no sobrevivirías. Además, te necesito para yo sobrevivir en la escuela... no me molestes por eso.
Hizo el ademán de callarse cuando supe que diría algo contra lo que mencioné. Era demasiado traviesa al igual que yo, por eso congeniamos bien desde pequeños y supimos mantener nuestra amistad por tantos años.
—¿Hacemos la tarea ahora o prefieres jugar antes?
—Prefiero dormir.
—Eres una holgazana.
—Ni modo, mi vida. —cuando intentó volver a subir a la cama la volví a sentar y le hice compañía frente a ella jalando nuestras mochilas y sacando los cuadernos de las asignaturas donde nos habían dejado trabajo.
—Te odio~
—Cállate y ayúdame que no haré todo esto solo.
—Bueno, papi. —la miré con el entrecejo fruncido y ella rio divertida. —¿No te gusta que te diga así?
—Mira, yo soy raro, pero sin duda tú lo eres más.
—Gracias.
—No fue un cumplido. —me sacó la lengua. —Empecemos, traviesa.
En una hora solo habíamos avanzado la mitad de una tarea que se suponía era fácil, pero las constantes distracciones de Haneul nos impedían avanzar.
