Él era el chico más lindo que había conocido en mi vida, no podía creer que existiera alguien como él, a pesar de ser uno de los más atractivos de la escuela, no era malo, era muy buena persona con todos, incluso conmigo. Aunque yo no lo dejara en paz por estar siempre siguiéndolo, él era demasiado bueno para decirme que me aleje.Corderito, así lo llamaba yo, era un apodo que le quedaba muy bien por su actitud y rostro, a él no le gustaba, pero yo adoraba decirle así.
De todas formas, él era la única persona con la que me sentía cómoda, era real y no falso como todos, así que me era inevitable estar a su lado.
—Hola corderito. —saludé sentándome a su lado.
Su vista subió de su plató a mí mientras yo acomodaba mi almuerzo.
—Ya dije que dejarás de llamarme así.
—Pero te queda muy bien, luces igual que un corderito, tan lindo y tierno.
Sacudió la cabeza. —No es para tanto, ¿por qué recién vas a comer? Eso se ve muy poco...
—Oh, la cola estaba larga y pues tardé en llegar para coger comida, y esto era lo único que lucía bien, así que solo comeré esto.
—Otra vez pasaste por el roble, ¿cierto?
—Mirarlo me da paz.
—Mirarlo te impide alimentarte bien a la hora del descanso.
—Oye, corderito, ¿por qué me reprendes de repente? Acaso... ¿ya te gusto? Te preocupas mucho por mí. —sonreí ampliamente.
Negó. —No, que me preocupe por tu alimentación no quiere decir que me gustes.
—Que cruel eres. —hice un puchero.
Él rodó los ojos tomando el sándwich de reserva que siempre agarraba, y lo depositó en mi plato. —Come algo más una mandarina y un jugo de durazno.
Abrí la boca sorprendida y risueña. —Sí te gusto, mentiroso. Mi corderito ya gusta de mí.
—No es así, solo debes alimentarte bien. Yo ya terminé, tengo que irme. —se puso de pie y lo imité. —No, no, tú te quedas. Ahora siéntate y come., aliméntate bien.
—Pero...
—Nada de peros. Come
—Lo haré si admites que te gusto.
—Eso no pasará, porque no es así.
—Ay, ya, mentiroso.
—Basta, me voy, come.
Tomó su bandeja vacía y comenzó a alejarse.
—¡Sé que te gusto, corderito! —grité antes de que se alejara más.
—¡No es así y deja de llamarme corderito! —lo último que vi de él fue como sacudía la cabeza.
Reí risueña por la idea de que fuera verdad que yo le gustaba... por fin le gustaba, no era algo confirmado, pero algo que me llenaba de fe.
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UNHOLY • hot stories
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