NAKYUM | Cheerleader

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Siempre andaba perfecta, la coleta bien recogida con un lazo en ella, zapatillas blancas sin una mancha, su uniforme limpio y planchado, y su maquillaje que nunca se le corría

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Siempre andaba perfecta, la coleta bien recogida con un lazo en ella, zapatillas blancas sin una mancha, su uniforme limpio y planchado, y su maquillaje que nunca se le corría.

Y ahí la veía yo, en el campo bailando y saltando junto a su equipo para alentar a la selección de fútbol de la escuela. Yo estaba en las gradas observándola, me encantaba verla con esa sonrisa y entusiasmo, y sobre todo, con ese maldito uniforme que le quedaba tan sexy.

¿Cuál era la necesidad de darle una vestimenta así? Cualquiera podría tener una erección ante lo bien que lucían las porristas con ese top, si su corte era unos centímetros más arriba, en cualquier movimiento algunas tetas se podrían haber visto, pero tenía el largo suficiente para evitar eso, también estaba esa falda corta que, cuando caminaban por los pasillos, uno podía ver los cachetes de sus traseros a pesar de traer shorts de protección, que tampoco servían por lo diminutos que eran estos igualmente.

Las chicas terminaron con sus poses finales sonriendo al público, pero ella me sonreía solo a mí, coqueteándome desde el campo.

El partido había terminado ganando nuestro equipo con 18 puntos a favor, y toda la selección de chicos y chicas fueron a los vestidores, así que yo también caminé hacia allí para verla.

—¡Eh! ¡Pero si es Nakyum! —gritó uno de los chicos alertando a todos.

"¿Qué hace aquí? "
"¿A poco viene a los partidos?"
"¿Alguna vez ha alentado a la escuela?"
"Que extraño verlo aquí."

Y así escuché entre otras más cosas, pero entendía su sorpresa al verme ahí. Era mi culpa ser conocido como el chico frío, oscuro y sin sentimientos ni amigos que odia a todo el mundo, menos a ella, pero eso lo sabíamos entre nos.

Ella giró la cabeza hacia mí divisándome afuera en el pasillo y con solo una mirada suya empecé a alejarme del lugar volviendo al campo verde. Minutos después, cuando ya sólo habían unas cuantas almas yéndose, la pude ver caminando hacia mí con su bolso y pompones todavía vestida con su uniforme.

—¡Hola! —se puso de puntillas para darme un beso en la mejilla.

—Felicidades, ganaron.

—Gracias... gracias. —volvió a repetir cuando tomé su bolso para ayudarla. —¿Quieres hacer algo divertido?

Volvió a ponerse de puntillas esta vez para darme un beso en los labios pasando sus brazos por mi nuca y yo envolviendo su cintura con los míos.

—Hmm... eso suena tentador viniendo de ti, y más si estás con tu uniforme.

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