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4 de julio, una de las fiestas más grandes del país. La gente lo celebra como más lo desee, hay reuniones entre familias, amigos, montones de comida, instalan ferias en todo el país y hay fuegos artificiales... muchos fuegos artificiales.
Me encantan las ferias desde pequeña, subirse a todos los juegos, jugar en todos los puestos y comer las chucherías que encuentre. El año pasado no fue la excepción, fui con mis amigas y la pasamos genial, con un pequeño y magnífico detalle.
Estábamos sentadas en unas mesas de uno de los puestos de comida, hablando sobre lo que se nos ocurriera, cuando sentí una fuerte energía dirigida a mí, así que miré hacia donde supuse lo percibía y entonces lo vi a él. Sus ojos estaban puestos en mí, estaba muy apuesto, vestía pantalones negros, un polo blanco y unos tenis, tenía el pelo largo y fumaba un cigarrillo. Era el hombre más apuesto que haya visto en mi vida.
El chico alzó un dedo apuntándome y me llamó con él. Me disculpé con mis amigas un momento y me acerqué a él. Al estar cara a cara podía percibir fuertemente el olor a cigarro y también lo intimidante y hermoso que era de cerca.
— Hola. — me dijo. — Te vi ahí sentada y te me pareciste muy linda. ¿Cuál es tu nombre, bonita?
— Me llamo Haneul. ¿Cuál es el tuyo?
— Sehun. — me sonrió coquetamente. — En serio eres preciosa, Haneul. — me miró el cuerpo descaradamente.
— Hmm... bien Sehun, no creo que deberías llamar a cualquier chica así e intentar algo con ella, puede ser riesgoso.
Inhaló y exhaló su cigarro para luego reírse sutilmente. — Tú fuiste la que vino a mí, además, me gusta tomar riesgos, me gusta la adrenalina, ¿qué mal podría pasarme? Lo único que busco — puso si rostro muy cerca del mío. — es buen sexo y lo hace mucho mejor si tiene algo de peligro.
— ¿Peligro? Puedes salir muerto o con una enfermedad de transmisión sexual.
Esta vez soltó una carcajada. — Okey, no esa clase de peligro ni riesgo, muñeca. Hablo de uno que estimula. — pasó un mechón de mi cabello a mi oreja con la mano que sostenía su cigarrillo. — Algo que te hace sentir lleno de lujuria.
— ¿Qué te hace pensar que podría aceptar algo así?
Dio una calada por última vez y tiró el cigarro al suelo y lo pisó. — El que hayas venido a mí con solo llamarte y mirarte una vez. Todo tu cuerpo lo anhela, eres de esas personas que disfruta el sexo, ¿cierto?
— ¿Así, eso piensas?
— Sip...
Sacó otro cigarrillo de su bolsillo, creí que lo fumaría, pero noté que tenía su número escrito en el.
