🦋Capitulo 11.🦋

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Arabela

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Arabela

—Buenos días, hija. ¿Cómo amaneciste? — Cuestiona mi madre dándome un beso en las mejillas.

—Bien, molesta, pero bien. — Respondo recogiendo mi bolso para irme; anoche no dormí nada bien.

—Mi niña, cómo quisiera que fueras la de antes. Extraño ese lado tuyo. — Comenta abrazándome; correspondo al abrazo.

—Esa Arabela murió, madre. Esto es lo que soy. — Aclaro dándole un beso en la frente y una media sonrisa.

—Lo sé, mi niña, pero aún no pierdo las esperanzas. — Habla con una sonrisa, y ruedo los ojos con fastidio.

—Te amo, madre. Nos vemos en la noche. Cuida bien... — Antes de terminar lo que iba a decir, llega mi asistente o mano derecha, él es todo.

—Señora, disculpe, tengo la información que me pidió. — Me comunica, y se me dibuja una media sonrisa.

—Bien, espérame en el vehículo. — Respondo. Observo a mi madre nuevamente, que me ve confundida. —¿Qué pasa? ¿Por qué me miras así? — Cuestiono empezando a caminar, ella detrás de mí.

—¿A qué información él se refiere? Porque esa sonrisa tuya no me da buena espina. — Comenta con cara de preocupación. Me le río con burla.

—Madre, asuntos de la empresa. Tranquila, no haré nada malo. — Aseguro con una media sonrisa maliciosa; ella niega sabiendo que miento, me da un último beso y subo al coche.

—Habla, ¿qué me tienes? — Pido respuesta en un tono algo desesperado. Estoy ansiosa por saber del innombrable, por eso no pude dormir bien. Además, ese sueño, ese puto sueño me dejó tan caliente. No, debo olvidar ese sueño.

—Señora, el señor está en el país por asuntos personales. Habrá boda y decidieron celebrar el compromiso y la boda aquí. — Contesta con seriedad.

Yo abro mucho los ojos sorprendida. No, no puede ser. ¿Será él el que se casará? Pero sobre mi cadáver. Primero tengo que vengarme.

—¿Quién se casa? Habla rápido. — Exijo molesta, y deseando que no sea él.

—No pude obtener esa información. Discúlpeme. — Emite. Lo miro molesta y él se pone nervioso. —Pero sí tengo el día que se celebrará el compromiso. — Revela con obvio nerviosismo. Yo le doy una media sonrisa maliciosa.

—Excelente, buen trabajo. Tienes tu bonificación. —Le aviso, volviendo mi vista al frente. —Si sigues así, siempre tendrás tu recompensa.

—Gracias, mi señora. —Pronuncia en voz baja.

La verdad odio que me llamen señora. Soy muy joven, apenas tengo veintitrés años, pero si no lo hacen, eso indicaría una falta de respeto y después nadie me tomaría en serio. En este mundo, todos me temen porque saben cómo soy, que cualquier fallo y sus cabezas ruedan. Mi padre me enseñó muy bien.

Arabela «PGP2024»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora